Divorciada, madre y para completar: ¡hija, hermana y cuñada!


Desconcertada, con el tiempo del mundo en sus manos... y nadie a quien contarle.




sábado, 12 de noviembre de 2011

Beatriz en terapia VI

Hace un rato que discuten, le discuten al médico el diagnóstico, el tratamiento y el pronóstico. Parece que estoy jodida nomás. No me queda muy claro porque el médico dice que no, pero mis parientes dicen que sí. Siguen llegando y hablado a los gritos en el pasillo y en la salita de espera de enfrente y en la salita del parte donde entran de a media docena mientras las enfermeras sostienen las puertas para que no entren más y el doctor retrocede espantado con las manos por delante como atajándose. Claro que todo esto me lo imagino, porque todavía no me sacan del todo la sedación, pero seguro que no exagero, es más, seguro que es peor de lo que me imagino.
   Mejor para ellos que no estén acá cuando me despierte, porque en cuanto abra los ojos me van a oír,   yo sé que nunca hablo  pero esta vez me van a escuchar.
   Silencio al fin. Debe haber terminado el horario de visitas. Escucho algo así como una tropilla de caballos pasando cerca. Deben estar yéndose. ¿Y si estoy jodida y el doctorcito de los ojos verdes miente? ¿Así que el intendente anda enredado con la secretaria de gobierno? ¡Hey! no se vayan a la otra cama que no escucho. ¡Hey!, me parece que quiero ir al baño.


La tardecita
   Debe ser la tardecita, lo sé porque a la tardecita me baja el azúcar y el alma se me instala en los pies ¡Tráiganme un chocolate! Es a la tardecita cuando se me da por acordarme de los muertos  y justo ahora me estoy acordando de papá, con sentimiento de culpa, claro que es el único sentimiento que cultivan los padres y después se esmeran para que florezca en sus retoños cristianos:
   Una debería venir al mundo con un conveniente botón de Supr. o Resete, para estos casos, pero dicen que la naturaleza es sabia así que por algo se lo habrá saltado.
¡Si no me traen un kilo chocolate o un balde de serotonina me suicido eh!. Miren que me muerdo la lengua como la chica del millón de dólaares -Hay Dios qué lindo Clint Eatswood- me muerdo y enchastro todo! ¡Miren que cuento que anoche los enfermeros lo hicieron en la silla de ruedas! 
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario