Divorciada, madre y para completar: ¡hija, hermana y cuñada!


Desconcertada, con el tiempo del mundo en sus manos... y nadie a quien contarle.




viernes, 12 de octubre de 2012

Me tocó

Me  tocó, el beso de la telenovela me tocó. Después de un par de semanas de miraditas y halagos exagerados sobre mi pobrecita poesía, definitivamente la poesía no es mi fuerte.
Por suerte no me había olvidado, digo, de  cómo se besa, lo cual es realmente un milagro. Tardé un par de segundos en reaccionar es que literalmente, el morocho me devoró la boca. Salíamos del taller y me dijo, no tengo el auto me alcanzás; yo puteando por lo bajo le dije que sí, puteaba porque siempre llevo a Sarita a su casa y no podía dejar de pensar cómo sacármela de encima. No pude así que al final los llevé a los dos, por suerte él vive más lejos del taller que ella.
Sarita habló todo el camino haciéndole ojitos al morocho mientras yo miraba los tarados que se me cruzaban en frente,sin parar de preguntarme si el morocho me veía como remisera o como mina, u objeto de deseo, que viene a ser lo mismo, según Freud.
Así que en esas cavilaciones estaba cuando apagué el motor del auto frente a su casa porque me dijo esperá que quiero que te lleves algo para leer, el "algo" nunca lo fue a buscar, pero me tocó, cuando se bajó, antes de bajarse en verdad, el morocho se me acercó como quien no quiere la cosa para el besito de rigor en la mejilla y en lugar del inocente beso me puso en la boca uno de telenovela. Uno como los de Echarri o Estevanez, por no recordar los de Grimau con la Alberó (dato besísitico novelero para las que pasan los cuarenta); esos besos que te cubren media cara y no te sueltan así nomás.
Ahora tengo el problema de encontrar ropa interior que no lo espante el día del gran encuentro; sí, habrá gran encuentro, estoy segura, no puede no haberlo después de tamaño ósculo, con perdón de la palabra. El problema con la ropa interior -cosa que no me ha preocupado en los últimos cinco años- es que las bombachas lindas no son para rellenitas y las que son para rellenitas le bajan la "autoestima" a cualquier galán por más deseoso o nececitado que esté. En fin, ya estoy marcando las lencerías para hacer una recorrida en cuanto abran.

Volver

con la frente marchita pero no a la casa de la vieja sino a la adolescencia, resulta que el morocho me tine pegada al e-mail y al facebook a ver si me escribe o  comenta algo. Además tengo sueños de esos, sí de esos de los que hacen que te despertés con el corazón en la boca justo antes de el gran final.
No hago más que suspirar (y aguantarme las ganas de comer);  contar las horas hasta tenerlo en frente (y aguantarme las ganas bárbaras de comer la torta que acabo de sacar del horno); imaginármelo prolijito y perfumado y sonriéndome (y aguantarme las ganas de comer el bizcochuelo que ahora está relleno de dulce de leche);  ahora que lo pienso en la adolecencia ya me hubiera comido la torta porque por aquellos años no engordaba.

domingo, 7 de octubre de 2012

Domingueando



Pensamientos
Llueve, es domingo y llueve, los chicos duermen y almorzarán con el padre. Cata y Remedios se fueron del brazo a misa de once y de ahí nomás se van para lo del Lucho a comer pasta.
Está bastante gris acá adentro, me pregunto qué hará el morocho ¿y si lo llamo?, le puedo hablar del juego de escritura de esta semana o de la lluvia o de que, cuando pienso en él, me siento joven y me veo vieja.


Sacudones
Ah! no yo no me paso el domingo con la sonrisa del morocho entre ceja y ceja y muerta de hambre (bueno muerta de hambre sí, porque a la barriga la bajo o la bajo) Voy a disfrutar, sí señor, dis-fru-tar, disfrutaar!!!!. La pregunta es cómo.


Sin luz
Cortaron la luz menos mal que anoche cargué la batería de la portátil.
Qué tarada si no hay luz no hay Internet.
Llueeve, detrás de looss critaaales llueve y llueeevee!!!, no me acuerdo más Serrat qué será de la vida de Serrat?, de la vejiga, la suya, digo por el cáncer.
A quién puedo llamar?
El mate está asqueroso.
La llamé a la Lili y estaba en el baño. Me atendió el cavernícola bisilábico del hijo.
—Ah! soso vos Beatriz qué querés
—Hablar con tu madre —(qué voy a querer tarado)
—Llamala más tarde que está en el baño.
—¿Anda bien la escuela?
—Umm-jum
—¿Te llevás bien con su compañeros?
—Umm-jum
—¿Aprobás todo?
—Umm-jum
—Y con tu viejo ¿arreglaste lo de las vacaciones?
—Umm-jum
—¿Querés que corte?
—Umm-jum
—Andá al carajo.
—Umm-jum




sábado, 6 de octubre de 2012

Insomnio

No pude dormir, primero, por culpa de los besos de la novela de las once de la noche, no hay derecho ché, exitar así la imaginación de amas  -desesperadas- de casa y a esas horas; después porque tenía hambre, es que cuando no encontré la dieta de la nutricionista decidí que me hacía la mía propia y ahora como cada tres horas -si llego- en general cada dos, como poquito así que me quedo con un hambre rabiosa; tercero porque Alejandro se me venía a la cabeza y a la entrepierna cada vez que cerraba los ojos; cuarto: porque la Cata anduvo otra vez sonámbula y meó en el pasillo. Quinto, porque se hicieron las seis y la abuela Remedios me pidió que la acompañara a la misa porque ahora se han avivado y esperan a las viejas de la misa de las siete, ocultos en la placita y les roban la limosna antes de que llegue a destino ¿estarán evitando el intermediario? 

viernes, 5 de octubre de 2012

Miradas

Me mira no me mira, me mira no me mira, me mira ni me mira.
Qué que qué escribí, nada,  voy al taller a ver al morocho. El morocho se llama Alejandro y...es siete años menor que yo. No me mira; yo lo miro.
Qué que qué leí, nada, de noche abro un libro y pienso en el morocho y está bien, lo confieso, ya practiqué con la almohada cómo lo voy a besar después de bajar diez -o por lo menos cinco- kilos y teñirme de rubia. ¿Dónde dejé esa dieta infame que me preparó la nutricionista?

Cambio de viento

Justo cuando me entraba a pesar uno de mis principios rectores: "hombre casado hombre sagrado", vengo a descubrir que no era la mujer, la lindaflacajoven era la hermana. El cuatro ahora es el macho, justo el macho se me viene a ocurrir para la comparación y para colmo hoy el muchachito de la novela de la tarde, besó a la muchachita...y un rato laargo.
Ahora que recuerdo mi frustrado matrimonio me parece que los hombres solo besan laaargo en las novelas ¿será por eso que las mujeres buscan amantes?  Nada como un buen beso ¿les faltará mucho para aprender eso?

Cartas echadas

Con un cuatro -es casado-, un seis -la profe del taller le echó el ojo y vaya uno a saber qué más- y una zota -en fin, lo de siempre ...las ondulaciones-, me parece que en esta mano me voy al mazo.

Suerte de perro II o al cuadrado

El morocho es menor que yo y ya le echó el ojo la coordinadora del taller. Ahora que lo pienso bien, me parece que le echó el ojo y alguna otra cosa.

Suerte de perro

El morocho es casado, ella es linda joven y flaca.

A los tirones

Con la espalda dándome tirones por las suturas y la enorme novela de letra apretadita que escribió el cirujano bajo el brazo, decidí que ya era hora de volver al taller liteario. La verdad no esperaba el recibimineto de feliz cumpleaños que me dieron, tampoco esperaba que hubiea gente nueva  y mucho menos que la gente nueva fuera un  morocho argentino con ojos como carbones encendidos y una sonrisa de a mí también la primavera me alteró las hormonas, que mis hormonas rápidamente captaron, en fin, que el morocho me gusta. Me gusta mucho.

jueves, 4 de octubre de 2012

El cirujano plástico

El cirujano plástico resulto ser un octogenario de los más agradable, amigo de las nuevas tendencias (células madre y facebook) y resultó que también escribe. Me arrancó 8 tumorcitos diminutos del cuello, excavó para sacar tres de la espalda y después me dijo,  mientras los ponía en un frasquito para anlizarlos: acá va la colección primavera verano.
Resultó que el doctor había publicado una novela y antes de que me fuera la sacó de la valijita esa en la que lleva los elementos de tortura -y belleza, porque viene a ser los mismo-, la puso sobre el escritorio como quien no quiere la cosa y me la terminó vendiendo.
El dermatólo ya me había advertido: todo te entra por tu obra social pero  el cirujano seguro de alguna forma algún mango te va a sacar. No me sacó; Yo Quise.

La gordura todo lo estira

Junto con el agrandamiento del acopladito (culo, para los íntimos) se me venían agrandando unos tumorcitos bastante asqueros en la espoalda. Finalmente tomé coraje y partí al dermatólogo que, adespués de revisarme la espalda y decretar que había que sacar los tumorcitos, a los que bautizó no sé qué -porque no entendí- pendulares, me revisa un lunarcito rarito en la sien y  lo primero que me dice es: ni una arruga tenés desgraciada (es que el dermatólogo está un poco loco y no solo te toma el pelo y te insulta mientras te atiende sino que además te cuenta anécdotas inverosímiles sobre él, sus pacientes y colegas, cosa que uno agradece la verdad porque hace más fácil sacarse la ropa y dejar a la vista las ondulaciones que el médico tiene el tacto de no andar mirando), y justo cuando yo empezaba a esbozar mi amplísima sonrisa va y agrega: por la gordura es, la gordura te estira todo.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Otra vez el fantasma del traje de baño

Primavera otra vez! Noooo! y no es que no me guste el cosquilleo que producen las hormonas primaverales, al contrario, tal incentivo sensorial me rejuvence, por dentro, porque por fuera el invierno me dejó esta imagen que ahora me devuelve el cretino del espejo ¿quién es esa señora gorda?, yo no, encima me corté el pelo así que a la cabeza redondita le sumo cara redondita y ya está: la luna en el espejo, alumbrándome un verano a la sombra, escondida en la casa para que no me vean las ondulaciones que deja al descubierto la remerita al cuerpo no me quiero imaginar las otras cuántas que no va a cubrir la malla.
Más vale que me ponga a dieta si quiero que mis hormonas es encuentren con otras hormonas rejuvenecidas  y masculinas, preferentemente con barba, morochitas y sin compromiso, si no, bueno, vamos viendo, total no creo que quiera volverme a casar.

domingo, 1 de julio de 2012

Todo en orden

Todo en orden: el pibe y la piba matándose todo el día, hasta que yo intervengo, entonces se ponen de acuerdo, en mi contra, por supuesto.
Todo en orden: mucha dieta y pocos gramos bajados.
Todo en orden: ardo por un casado más  joven que yo, es negro e intenso como la noche, él ni me mira, así que sufro como una Magdalena, en fin, al menos me recuerda que no soy frígida.
Todo en orden: madre cumplió años y después de decirme que era hermoso el bolso -carísimo- que le compré, fue y lo cambió por una horrible cartera en bandolera de esas que usan las adolescentes; con lo que le sobró compró una hermosa billetera -para mi hermana la soltera, no para mí-.
Todo en orde: el médico sigue insistiendo en que soy bipolar, estuve buscando en internet de qué se trata esto de ser B. y parece que entre otras cosas soy promiscua, ¿será por eso que me calienta el casado? No sé, yo por las dudas sigo con la literatura ...y  como todo está en orden :

Los bipolares son promiscuos

—Los bipolares son promiscuos.
Esa fue la sentencia, pronunciada por  mi analista una tardecita pegajosa y dulzona del mes de abril.  Al principio me había resistido, negado y, después de un  par de meses de seguir sus instrucciones, como me sentía bien, abandonaba el tratamiento sin decirle nada al psiquiatra, al que seguía visitando y mintiéndole. Pero con los años, después de varias recaídas, me había entregado y, cada noche, tomaba la pastillita blanca y también la anaranjada. La blanca para no hundirme, la anaranjada para no volar. Ahora trataba de ver mi vida a través de la sentencia, se puede decir que la revisaba minuciosamente con ojos bipolares: los llantos, los accesos de ira y los amantes.
Los bipolares somos promiscuos.  ¿Entonces no me enamoré todas esas veces? ¿Entonces, no estoy enamorada de él? ¿No muero de deseo por él?
Justo ahora, no hago más que pensar en la cópula: él arriba; él un látigo. Me acuesto solo para pensar en la cópula, cierro los ojos y lo imagino a él sobre mi cara; y me mojo. No me toco, me limito a sentir el líquido tibio resbaloso y el hormigueo acuciante, parlante: “tocate, tocate”.  Pero no, si no me toco prolongo la fantasía y la calentura.
—Son nada más que procesos químicos, en su caso, alterados por un exceso de dopamina, Fanny, ya se lo he explicado. No deje la medicación.
—No.
—Los bipolares son mentirosos.
Otra más, la segunda condena a cadena perpetua, todo lo que digo es puesto en duda, mirado bajo la lupa, desarticulado y cada palabra convertida en un Aleph.

  
Quiero que me  coja, y lo hace. En mis fantasías, cada noche me dice muñeca y me besa. La lengua durísima se mete entre mis dientes y viborea. Se enreda en mi lengua.
Después me dice me volvés loco y me lleva la mano hasta su verga hinchada bajo el pantalón. ¿Ves? Me dice, me volvés loco. Lo que no entiendo es por qué la fantasía se corta justo ahí, no puedo resolver el tema de cómo pasamos a una cama porque el beso es en el parque bajo la luna amarilla y roja de octubre. Es mi fantasía, debería ser fácil resolver el problema, por ejemplo subirnos a su moto, pero mi pelo se enredaría además está el tema de la tierra, en fin, en la moto no. Un auto entonces, pero el mío me delataría,  él no tiene y todo el mundo sabe que los taxistas son indiscretos.
—La delatarían
—Sí, la patente, la gente se darían cuenta, me verían entrar al hotel y sabrían; o el taxista, se lo diría a cada pasajero que subiera y a los otros taxistas, ¿sabés a quién llevé hasta el telo?
—¿En una cuidad de doscientos mil habitantes?
—Todo el mundo me conoce a mí.
—Todo el mundo. ¿Qué mundo?
—Todo, doctor, todo.
—Es su fantasía Fanny.
—Ya sé, ya sé pero no me cierra y se desvanece.
—En su cabeza, Fanny, puede pasar lo que usted quiera.
—Lo quiero arriba loco y ciego como en las novelas.
—¿Por qué cómo en las novelas?
—Porque en las novelas  los hombres son como deberían ser.
—¿Y cómo es eso?
—Como deberían, usted es hombre debería saberlo, pero no, ustedes ni siquiera saben cómo deben ser.
Así que lo siguiente, si pidiese llegar del banco del parque hasta la cama, sería él sobre mí, loco y ciego, balbuceando que lo vuelvo loco y yo concentrada en que le llevo diez o doce años y seguro que su mujer es más joven y más linda que yo y otra vez se desvanece esa cara oscura y esos dientes que asoman soberbios cuando se ríe y sus ojos de fuego negro.
—¿No ha pensado, Fanny, que tal vez no desea realmente lo que cree desear?
—Yo sé que quiero que me coja.
—Coger, interesante expresión para una mujer
—¿Qué esperaba, que dijera hacer el amor?
—¿Por qué no?
—Porque lo que quiero es que me coja.
—Coja.
—Sí, coja.
—Muy bien, dejamos acá. Quédese con  la palabra coja  y también piense: ¿por qué si usted es la autora de su fantasía no puede concretarla?
—Ya le dije, el problema con llegar desde el parque hasta la cama.
—Dejamos acá Fanny.

Fanny dejamos acá, es lo único que saben decir, no saben hacer otra cosa, son especialistas en crear intrigas, en plantear acertijos indescifrables, si pudiera descifrarme no le pagaría una fortuna al mes para  que me descifre o por lo menos colabore desenredando la madeja.
Me salteo el problema de cómo llegar a la cama, ya estamos allí, parados junto a una cama, la de un hotel y lo estoy besando. Le sostengo la cara donde ha comenzado a asomar una barba dura que cuando él bese mis muslos me raspará la piel, que cuando él acaricie y mordisquee el clítoris se hincará en mis labios abiertos como pétalos, como ostras. El clítoris: una perla, el tesoro del pirata. Pero ahora el problema se trasladó a la ropa
—¿Y lo del el auto?,  logró resolverlo por lo que me dice.
—En realidad no, me salté esa parte y fui directamente a la habitación.
—Bien y entonces.
—Sacarse la ropa es un lío. No es sensual, no es romántico.
—Saltéeselo también.
—No puedo.
Lo beso en la boca esa boca áspera y voy desabotonando la camisa. Voy bajando con la lengua, mojándole el vello del pecho tatuado, me excita el tatuaje hasta que lo miro, me aparto unos centímetros y veo las iniciales de su mujer y su hija.
—Es casado.
—Por supuesto.
—¿Por supuesto?
—Claro, un soltero me comprometería, se enamoraría perdidamente de mí y querría que abandonara a mi marido.
—Entiendo. Estábamos desabotonando la camisa.
—¿Quién puede seguir descendiendo hasta el bulto caliente que despide ese calor, ese olor,  si ve un tatuaje con las iniciales de una mujer?
—¿Entonces?
—La fantasía desaparece y volvemos al punto del auto. ¿Cómo llegamos desde el banco de la plaza -desde ese rincón oscuro donde él mete la mano bajo mi falda-, hasta el hotel, en una cuidad donde me conoce todo el mundo.
—Dejamos acá Fanny, piense en esto: a mí me conoce todo el mundo.

Me acuesto, son las diez de la mañana pero no me importa, necesito acostarme y cerrar los ojos para verlo; bailamos. Estamos en una fiesta, un despedida, un aniversario, no sé, una fiesta con música lenta y bailamos. Me muestro tímida y apenas apoyo las manos sobre su hombro, las apoyo como si en lugar de dedos, en la mano tuviera mariposas. Él me dice no te animás ni a tocarme, yo le digo no seas tonto, él ajusta el brazo alrededor de mi cintura y me dice ¿ves? No me puedo acercar, no muerdo, a no ser que me lo pidan; yo le digo no seas tonto; él me dice no voy a besarte, a no ser que vos quieras. Quiero. ¡Quiero! Pero no se lo digo y encima bajo los ojos ¿Le gustarán las tímidas, o las zorras, si me equivoco lo voy a espantar y no quiero que se espante,  no quiero que se aleje quiero que me bese. Como en la novela de la noche, así, con toda la boca cubriendo mi boca, murmurando su deseo enloquecido, quitándome el aire. Pero bajé los ojos y lo alejé
—¿Por qué bajó los ojos Fanny?
—Porque las heroínas del matiné bajaban los ojos.
—¿Y el héroe?
—El héroe la toma por la barbilla y la besa.
—Entonces…¿Por qué en su fantasía él se aleja?
—Es joven, no conoce a las heroínas del matiné.
—Ya hemos hablado de esto Fanny, es SU fantasía; ocurre lo que usted quiera que ocurra.
—Pero en el momento en que la tensión de su brazo en mi cintura cede levanto los ojos y lo invito, con sutileza, y él se acerca, puedo sentir su aliento sobre mis labios, huele bien, una mezcla de caramelo de menta y tabaco que me gusta. Le aspiro el aliento con los ojos cerrados, entonces siento sus labios apoyarse en los míos, moverse lentamente sobre los mío. Asomo la lengua y rozo sus dientes donde su lengua viene asomando y entra en mi boca, abarcándola, la invade toda, no puedo respirar, sus labios me cubren la cara y su brazo es un aro de hierro que inmoviliza mi cintura y mi cuerpo entero contra su cuerpo flaco, fibroso. Mi vulva palpita contra su verga que también palpita, mis flujos pringosos resbalan fuera de mí, los siento mojando mis labios que sé están abiertos, y ahora ¿Dónde hay una cama en una fiesta? ¿Ve usted? ¿Eso de hacerlo parados contra un árbol funciona solo con las flacuchas.
—¿Cuándo va decirme de qué hombre se trata, Fanny?
—No sé.
—Dejamos acá Fanny, piense por qué el objeto de su deseo no puede nombrarse.
—No es objeto es hombre.
—Un hombre incompleto al que se le niega su sexo.
—En las novelas, cuando yo era chica, solo llegaban al beso.
—Buen punto ¿Sabía usted qué venía después del beso?
—No. Después la heroína aparecía con un hijo y él se iba con otra.
—Piense en eso también.
—Al final se quedaban juntos, la mayoría de las veces.


Me acuesto y me toco, busco el bultito sensible y lo froto por sobre la ropa interior, entonces crece, pero no aparto la tela que va mojándose mientras los labios se relajan hacia los costados dejando la entrada roja y untada lista para recibir, palpitando frenética por recibir. Pienso en él que viene entrando, adivina el cuerpito blando, morado, violento y caliente, que deja percibir crujidos intermitentes. Viene entrando, mi boca toca ahora por fin la pared, es la hora irreal es la luz irreal y ese siseo, ese olor único.

—Qué poética Fanny, hemos abandonado la palabra coja.
—En absoluto. Coja, coja, coja.
Somos lobos, dos lobos en celo,  Los dientes las uñas, colgajos  tibios, líquidos, resbalando, hundiéndose en la tierra. El sol en los poros, las pieles enrojecidas de mordiscos, las rodillas hincadas sobre el pasto seco del verano agotador y el mar lejos, lejísimos. Su cuerpo entre la maleza seca hiriente que le desgarra la espalda y las palmas de mis manos. La cara al sol, al ardor del sol que enciende su pelo y el mío, nube, que desprende rayos y agua arrancada de ese mar lejano, agua que corre hasta mi vientre encastrado en el suyo, también de agua, también de piedra.
—Dejamos acá, Fanny.
—¿Por qué?, pago por una hora.
—Paga por una sesión.
—Pago para esto.
—¿Cómo dice?
—Para esto, para que me detenga y corra a masturbarse o mejor aún, para que lo masturbe ¿con mi boca tal vez?
—¡Fanny!
—Dale querido, dale que se nos fue la mano hablando y en cualquier momento llegan los chicos de la escuela.
—Fanny te pintaste la boca de morado, me volvés loco.
—Ya sé querido, ya sé.




jueves, 22 de marzo de 2012

Y para completarla

Y para completarla a la "nena" la dejó el novio que era medio tarado, pero era novio al fin y al cabo. Al pibe se le habían quemado un par de neuronas porque se le murió el padre en un accidente  otro par porque le da al fernet con cola como si se estuviera limpiando con agua bendita y el último par que le quedaba porque la madre se apalomó con un gordo que no trabajó en su real vida de mantenido eterno.
No sé bien qué pasó, no sé si la nena le metió los cuernos (cosa que no me extrañaría) o si el pibe tiene delirio de persecución, la autoestima baja, o sufre alucinaciones.
Lo cierto es que hace diez días que mi hija llora como una Magdalena, lo cual no sería nada grave si no anduviera llorando no solo por la casa sino también por la calle, en el colectivo, en el aula en la facultad y en supermercado. 
Inútil tratar de convencerla de que el pibito no la merece, que seguro que no tiene la menor idea de qué hacer con el cuerpo de una mujer (tetona además).
Inútil decirle que se le va a pasar, que va a encontrar un tipo en serio, que mejor perder que encontrar a un señorito que te dice negra puta en medio del boulevard y delante de los amigos que se doblan de la risa en la cara ella. Inútil, la piba lo sigue a sol y a sombra, a la universidad, al boliche, al fútbol;  le cae en la casa; cae, esa es exactamente la palabra porque el mozito le dio un empujon y la hizo caer por la escalera.
Ya fui a un psiquiatra y a una psicológa, y hasta a un cura sanador. Nada, solo llanto y para colmo duerme en mi cama lo que significa que recibo patadas toda la maldita y larquísima noche. Además,  mientras escribo esto la abuela Rosario no tiene mejor idea que estar barriéndome entre los pies, para recordarme que hoy no barrí. Mi madre llama cada media hora para ver cómo está el "asunto", el asunto es mi hija, claro está y la Cata, para consolarla, le cuenta cómo se le declaró el abuelo y cómo no le dejó tocarle ni una uña hasta el casamiento y qué asqueroso es eso de que anden toqueteando toda.
Las amigas vienen a casa a llorar con ella y si no, la llaman y lloran por teléfono justo al ladito de la tele cuando yo, rendida y medio drogada con mis pastillitas bipolares, intento distrerme viendo cómo lloran por sus respectivos galanes, las protagonistas de las novelas de la tarde.
Hijas y sus Novios, mala combinación para la bipolaridad.

jueves, 15 de marzo de 2012

Al final era Bipolar

no, la Cata no, la Cata es vieja nomás y le irriga mal; yo soy la Bipolar, según mi médico que no, no es psiquiatra, es dermatólogo -me atiende por la rosácea, bueno, antes del diagnóstico B. era rosácea, ahora parece que el asunto en la piel, tiene que ver, junto con cada uno de mis actos, decisiones, sarpullidos, indigestiones, lágrimas, puteadas, compras y la simple y persistente mala suerte, con la gran B., la de BIPOLAR.
El tipo me enchufó el diagnóstico sin anetesia, dice que la autoestima baja, tan evidente por mi estado -qué estado si hasta me teñí antes de la consulta-, no tiene nada con ver con las veces que me han dicho idiota o inútil desde que nací.
Dice que gritarle a mi hija porque si no con los auriculares puestos no me escucha no es normal, es una de los síntomas de la manía. Que si un día me levanto cantando porque decido má sí, me tomo el día para cantar aunque el  mundo sea una porquería, eso no es sensatez como yo pensaba, eso es manía, y si me levanto y decido autocompadecerme porque mi marido me fajaba y ni siquiera lo dejé yo, me dejó él -y se quedó con todo, y hablo de lo material,  no de la autoestima, que también se la quedó, pero un acto de generosidad que tuvo me dejó la culpa- eso  -el cantar- también otro síntoma de la B.
Si mis hijos no me dan bola; mi madre dice que soy la decepción de su vida; la abuela Rosario me hace acompañarla a la misa de la mañana y de la tardecita porque tengo mucho por qué rezar; la Cata se mea encima y después se me caga justo sobre el acolchado recién lavado;  si en lugar de bajar, subí de peso mientras me moría de hambre; todo eso no justifica una simple tristeza por un día, no señor, eso es depresión.
Y así, como todo es manía o depresión, estamos ante la B. y por lo tanto hay que medicar. Y me medicó.
Ahora me doy con a una pastillita blanca para no estar triste y con una anaranjada para no estar demasiado alegre.
Tengo la boca como si fuera de papel y me veo como si tuviera ictericia, porque las inofensivas pastillitas provocan efectos secundarios como boca seca, irritación, engordar, insomnio, teñido de la piel de color amarillo. Encima y para completarla,  disminuyen o más bien anulan el deseo sexual, ahora ni esa sana diversión de hacerme el coco con los galanes de las novelas de la noche mientras me imagino que es a mí a quien besan voy a tener. Me pregunto ¿ ahora me van a dar asco?
 ¿El asco a ver besarse a otros mientras una no tiene con quien besarse es depresión o manía?
 Se lo voy a preguntar al dermatólogo