Divorciada, madre y para completar: ¡hija, hermana y cuñada!


Desconcertada, con el tiempo del mundo en sus manos... y nadie a quien contarle.




viernes, 31 de diciembre de 2010

Hay que ver

Hay que ver la cantidad de gente que está sola o con la depre del 31 a la tarde, no paran de llegar invitaciones a blogs y redes.

31. Seis de la tarde más o menos

Mi hijo el menor se fue a pasar fin de año con el padre; hace diez años que nos separamos y todavía no me habla así que le hizo sonar el celular desde el auto. Al final tiene que haber sido unas picaduras o alergia o mugre porque el médico dijo que las ampollitas varicela no eran.
Mi hija la mayor vino pero no a saludar ni a quedarde poque había pasado el peligro, vino a pedir plata y se fue a comprar entradas para el boliche.
Menos mal que me quedé sola porque tengo la depresión del 31 a la tarde y mejor llorar sola que mal acompañada.
El auto enormísimo -de mi ex- arrancó, lo acabo de escuchar, es nuevo, nuevísimo y enorme, enormísimo ¿Será por eso de pito chico auto grande que me parece que decía Freud? Ahora que lo pienso me parece que la calle está llena de autos grandes, grandísimos, me voy a sentar con el mate a la vereda. Mientras escucho a mi vecina la viuda contarme otra vez lo bueno que era el finadito, hago una testeo sobre la cantidad de pitos chicos que tiene la Provincia Invencible.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Beneficios secundarios

Beneficios secundarios de la varicela:
Madre no viene a casa para no cantagiarse.
Remedios de los Dolores se fua a vivir quince días a lo de madre para no contagiarse.
Mi cuñada, la que no es buena, pasa año nuevo con SU familia, no tengo que cocinarle esas cosas sofisticadas y diminutas que ella come (tampoco verle la cara de culo).
Mi cuñada, la buena, se hace cargo de la Cata por quince días, para que no se contagie porque lo único que le falta a la Cata en el cerebro poco irrigado ese que tiene es una ampollita de varicela.
A Carlos lo dejan para año nuevo en el geriátrico porque de todas formas ni cuenta se dá de que lo sacamos a cada rato para que se airee y se sienta en familia (por la culpa, por qué otra cosa si no)
Mi hija la mayor se fue de una amiga porque no la tuvo
Conclusión: estoy de vacaciones gracias a la varicela!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

martes, 28 de diciembre de 2010

Era

Era varicela nomás.

Pan dulce

A la tarde no cayó nadie así que me terminé el pan dulce tomando mate con la Cata que después se me perdió durante un par de horas. Por suerte en el barrio todos la conocen y me la trajeron antes de que se enterara Remedios y llamara a la policía como la última vez que al final la Cata estaba en lo de mi vecina la viuda, viendo fotos del finadito.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Mediodía de Navidad

A las nueve hacía 36 grados. A las doce 39.3°
Cayeron a la una justo para sentarse a comer y se fueron a las dos y media (41°), con la mesa por levantar. Me parece que a mi hijo el menor le dio varicela ¿todaía existe la varicela?

25.

Misa de siete: estábamos el cura, Remedios, mi vecina la viuda y yo. El cura se enojó porque no había nadie y se mandó un sermón de media hora sobre irse al infierno por dedicarse a comer y chupar en Navidad en lugar de ir a la misa de siete y dijo que haría otra a las diez a ver si aparecía alguien. La abuela Remedios asintió todo el tiempo y se apuntó para la misa de las diez. Mi vecina la viuda lloró todo el tiempo porque las fiestas las dedica a llorar al finado.

Gracias a Dios

Gracias a Dios se fueron temprano. Acosté a Cata. Remedios está rezando y mi hijo el menor juega con la play. La mayor salió para el boliche y yo voy a sacar del freezer mi cervecita negra dulce y me voy a sentar en el patio a tomármela toda sin pensar en nada.
Me olvidaba: el Niñito Dios me trajo una crema para la celulitis.

La cena

Todo bien: Princesa se indispuso (para los normales que tratan lo perros como perros no como hijos, la palabra sería que se alzó), y mi hermano pasó media hora intentando ponerle una bombacha para perras porque mi cuñada se negaba a ayudarlo y la perra se negaba a que se la pusieran. Yo me tenté y ligué una puteada de antología, por suerte la abuela Remedios es un poquito sorda porque si no nos ponía a rezar para reparar la blasfemia.
Mi hija ya se tomó media botella del vino azul y no se le nota ningún síntoma raro, menos mal.
Aguien tendrá que llevar a Carlos al geriátrico porque se durmió en la mesa y yo sin pañales en mi cama no lo acuesto, además, de noche, Carlos se levanta y entra a dar vueltas en silencio como una aparición y madre leyó en internet que los paranoicos son peligrosos aunque estén medicados así que se le ha puesto que Carlos puede apuñalar a alguien mientras dormimos, lástima que no invité al padre de mis hijos. Madre dice que son más peligrosos con quienes más quieren y que por eso tiene miedo. Inútilmente el médico intentó explicarle que eso no es posible, madre dice que no si fuera así no estaría escrito en internet, que va a cambiar de médico por uno que esté al tanto de las nuevas "tecnolgías" médicas.

sábado, 25 de diciembre de 2010

24. Antes de cenar

Gané, mejor dicho no perdí en le sorteo de las ocho de la noche, a Remedios la acompaña a la misa del gallo mi cuñada, la buena, claro que en la casa hay que poner la mesa, terminar con las ensaladas, cortar el lechón, el pollo relleno, poner la bebida en el feezer, y bañar a la abuela Cata. Como madre anda con el asunto de haberse vuelto diabética de repente está a las puteadas desde la mañana según ella porque no puede comer pan dulce, mentira, anda a las puteadas porque mi hermano el mayor, el que ella prefiere de los cuatro, esta noche se queda en su casa porque mi cuñada, la que no es buena, preparó una cena especial para SU familia que pertenece a la aristocracia y no se junta con los cruzados con indios, es decir nosotros. Llamó por teléfono y me dijo: "mañana nos damos una vueltita con Dani antes de iros a la quinta de mamá en Rincón que hay asado a la estaca. El treinta y uno en todo caso la pasamos con ustedes así Dani come el pollo relleno tan rico de Teresita". Teresita es madre.
Al tío Carlos ya lo traje del geriátrico y está dando vueltas alrededor de la mesa desde la siete porque en el griátrico comen siete y media y acá ya son las ocho y nadie le da de comer.
Mi hija la mayor se compró un vino color azul sabrá uno cómo llegó a aser azul ese vino, mejor no enterarse.
Mi hijo el menor está jodiendo desde las cinco de la tarde con los petardos y otras explosiones varias que alteraron los nervios de Princesa que rompió el vidrio de la ventana de mi pieza y se cortó así que mi hermano el menor se fue del veterinario para le atiendan la hija peluda esa que tiene, mientras la otra hija, la que sí es mi sobrina, se besuquea con el novio en la puerta delante de todos los vecinos. Espero que termine con los chupones antes de que caiga la abuela Remedios de la misa y espero que Remedios no nos traiga de regalo el cura a comer como el año pasado.

viernes, 24 de diciembre de 2010

24. Después de la misa

Volvimos. Todo bien, bastante bien. Incidentes: la Cata masticó la hostia y Remedios de los Dolores quiso que confesara pero el cura le dijo que tenía una extremaunción, que ahora no se llama más así, pero Remedios la sigue llamando de ese modo porque es más dramático, así que a la penitencia se la puso ella: un Padre Nuestro y tres Ave María, eternos, porque a la Cata le empezó a irrigar menos y se le olvidaba la letra. Remedios terminó haciendo la penitencia en nombre de la consuegra como corresponde a una buena cristiana y porque está empeñada en no irse sola al cielo y dice que con la familia que tiene su única esperanza es que dejen entrar al paraíso a Cata que mientras ella rezaba me contaba (otra vez) cómo lo besó al abuelo por primera vez una navidad. Estoy empezando a sospechar a la abuela Cata le irriga según le convenga.

24. Seis de la mañana

Amaneció nublado y con pinta de que el mundo se viene abajo, al menos no nos estamos asando. Perdí en el sorteo así que me tocan las misas no es que me moleste ir a misa me gusta la misa de Navidad pero para Navidad la abuela Remedios va misa a cada rato arranca el 24 y termina el 26 lo que no molestaba a nadie hasta que los más viejos que eran los que iban con ella empezaron a morirse y tuvimos que idear un sistema justo para ver quién la acompañaba que terminó siendo el sorteo que es infalible, infalible para que pierda siempre yo. Lo peor es que hay que llevar a la abuela Cata que como no le irriga se pierde y le entra a dar la paz a los santos, pero la abuela Remedios dice que no importa que no le irrigue que la fe no está perdida está ahí aunque esté poco irrigada y que Dios la va perdonar.
El año pasado la Cata le zampó un beso en la boca a un tipo que tenía al lado porque por la falta de irrigación se olvida que desde lo de la gripe A, la paz se da con un apretoncito de pano no con un beso, que de paso era en la mejilla no en la boca, lo que pasa es que a la Cata las misas de navidad le traen recuerdos de cuando le irrigaba bien no solo el crebro sino todo lo demás y cansada de esperar que el abuelo se le tirara encima, porque en esa época no se acostumbraba hasta el día del casamiento, aprovechó la confusión de la misa de navidad y le puso un chupón que le levantó la sotana al cura del pueblo que los casó a la semana siguiente.
Escucho las campanas y la voz de la abuela Remedios, las dos llaman a misa, me voy.

jueves, 23 de diciembre de 2010

23

23; 32 grados a las nueve de la mañana: capicúa. La abuela salió a jugar un billete de lotería para el gordo con el numerito. Espero que no se derrita en la calle, le dije que cuidado con el golpe de calor y me dijo que me fuera a cagar es que  le irriga poco el cerebro y eso más el calor la pone puteadora, después me dijo se llevaba una coca light, entones le dije que ojo con caer con un pariente nuevo y me sacó la lengua.
A la abuela la dejamos salir poco porque siempre encuentra un medio pariente y se lo trae a la casa. Es que la bisabuela se casó 3 veces así que la abuela tiene hermanos y medio hermanos que tuvieron muchos hijos que a su vez tuvieron muchos hijos también; somos parientes de media Provincia Invencible.
Como la verdura se marchita de un segundo para el otro recién hoy fui a la verdulería y como se toman todo, recién hoy fui a buscar las bebidas y las escondí en el ropero donde se pegotean desde hace un par de días los turrones, garrapiñadas, maní con chocolate y y se derriten las chispitas, también de chocolate, de los budines (es decir todo el arsenal para mantener masticando y callados a los chicos), porque si los dejo en la alacena mis hijos y mis sobrinos no dejan migaja que llevar a la mesa mañana a la hora del brindis.
Como papá está muerto al lechón lo encargamos en el supermercado y como mamá se nos volvió diabética de repente hay un montón de cosas raras desde comidas hasta dulces especiales para ella que hicimos con mi hermana, guiadas por el google. Las cosas (me niego a llamarlas comidas y postres) tienen pinta rara olor a nada y le han puesto los pelos de punta a madre que pretende que todos comamos eso y lo peor: que yo no le de duro y parejo a mi cervecita negra dulzona. Ni soñar! Mi hermana ya me ha tratado de egoísta dice que ella le hace la pata a madre y no toma la cerveza mejor más para mí, y claro, ella no tama porque ella después se va de joda con el novio mientras yo acuesto a toda a la tropa de antepasados y les alcanzo uno por uno las pastillitas para el colesterol, la diabetes, la presión, la depresión, la ansiedad, y la psicosis paranoica del tío Carlos.
Mi hijo el menor ya trajo una caja llena de cosas que explotan y enloquecen a Princesa que no es una sobrina sino la perra de mi hermano que tiene especial aversión a los fuegos y ruidos esos. La "perrita" mide un metro de alto dos de largo, pesa sesenta kilos y cuando escucha el primer petardo empieza a azotarse contra las paredes y a prenderse con los dientes de las rejas de las ventanas de la casa hasta sangrarse las encías (y ensuciar todo que es en verdad lo que a mí me preocupa), entonces hay que salir a buscar un veterninario de emergencia que siempre le da unas gotas rarísimas que mi hermano aprovecha (de paso) para ponerle dos o tres a mi cuñada en la sidra para que no rompa y se vaya a dormir temprano. A la perra la debe querer más que a la mujer porque a la hora de darle las gotas le agarra la culpa, tiene miedo que le caigan mal así  que le da menos de lo que le recomendaron. A la bestia se le ensanchan las pupilas y anda haciendo ochos entre las piernas de todos, como un gato, toda la noche. A veces se hecha y te mira con cara de denme esto todos los días entonces yo agarro el frasco y me lo guardo en la cartera, una nunca sabe, después de todo mi cuñada viene sobreviviendo a las gotas desde hace cinco años y el 25 tiene esa cara de felicidad de la que nos priva empecinadamente (es que es muy tesonera) el resto del año.
La Waldorf me va a salir más cara que hijo de idiota (como decía mi viejo), han puesto las nueces a precio de pepitas de oro, lamentablemente a la hora de la ensalada todavía no están borrachos así que ni pensar en camelearla. La Waldorf!!! !!! me olvidé la crema me voy otra vez al súper, la rep....

miércoles, 22 de diciembre de 2010

22

22 de diciembre, faltan 2 días por suerte abortaron la ensalada de espárragos y alcaparras ahora corre la Waldorf que es más ácida, menos light y si le pongo almendras en lugar de nueces mi otra cuñada, la que es alérgica, se infla como un globo y terminamos todos en el hospital como cuando nació mi primo el Erne. Llovía a baldes y el tío Coco había llevado la sidra y tomaba mientras esperaba. Cuando la enfermera salió el tío le dijo: “que nene feo, ¿está segura de que es el mío? ¿no hay otro?” La enfermera le contestó que no había nadie más que nosotros y le dio el chico. Yo tenía seis años y por esa frase me la pasé teniéndole lástima a mi primo varios años hasta que me avivé que era una broma. No aquello acerca de que si era feo, sino eso de si no había otro.
Escucho que desllavan la puerta; el dragón ha llegado a casa. Otra noche de playa y esos vinos que tienen pinta de cualquier cosa menos de vinos. Por suerte dentro de poco cumple 18 que ahora es la mayoría de edad no como cuando yo tenía 18 (porque será que todo lo bueno ocurre cuando a mí ya no me sirve de nada o cuando yo ya no estoy), decía que por suerte "se mayoriza" y ya no tendré nada que ver: con nada. Otro buen motivo para querer que pasen rápido las fiestas. Pero no siempre fue así hubo un tiempo en que no las odiaba, es más las esperaba y eran más o menos así: comenzaban subiéndonos el veinticuatro (o treinta y uno, se entiende) a la madrugada, al auto. Eso con suerte. La mayoría de las veces, como la suerte es escasa en nuestra familia y ya la hemos acabado antes de llegar a Diciembre, subíamos al auto el veinticuatro (o treinta y uno) a-la-sies-ta. Para los que no tienen le placer de vivir en Santa Fe, bastan un par de datos: temperatura, algo así como cuarenta grados a la sombra y, humedad: setenta por ciento (con suerte) y sol, mucho, mucho y radiante sol santafesino, acuoso y blanco.
En mi familia los lugares en el auto son inamovibles y en orden de importancia, así que los niños (nosotros) ocupábamos el espacio (escaso) que sobraba luego de subir los cajones de cerveza, vino, sidra (champagna no, no supe lo del champagne hasta que tuve edad para tomarlo es que mi cas son todos peronistas), el cordero (o lechón) -es que para papá, sin bichos no era fiesta-. Luego y sin excepción, mi hermana Nina se sentaba al lado de una ventanilla, es que la niña se marea y vomita; vomita incluso si la ponemos del lado de la ventanilla, pero así recibimos menos dentro, en caso de que papá no alcance a detener el auto a tiempo, cosa para lo que se volvió bien canchero, con la práctica. Con una ventanilla eternamente ocupada la primera pelea de las fiestas a brazo partido, es decir a tirones de pelos entre mi hermano y yo, era por la otra ventanilla, disputa que no concluía hasta después de algunos coscorrones por parte de mamá, quedando del lado disputado el que más aguantaba y subía último al auto, cosa para lo que yo nunca no adquirí mucha habilidad.
Después, amontonados dentro del vehículo, quedaban recorrer los casi trescientos kilómetros, para un lado o para el otro, dependiendo de la fecha que se tratara. El viaje, mejor imposible. Quien lo pondría en duda. Sobre todo el de los treinta y uno, sobre la ruta nueve, esquivando pozos, o agarrándolos cuando viene un camión de frente, que es lo que ocurre la mayor parte del tiempo.
Una vez en lo de los tíos: besos gritos y abrazos, con saltos si es veinticuatro, porque en la familia de mamá son todos escandalosos. Si es treinta y uno, la cosa es un poquito más tranquila. No es que en casa de papá sean menos escandalosos, es que cuando se pelean el enojo les dura años. Y no es que en lo de mamá no peleen, es que se olvidan rápido, probablemente para poder volver a empezar, un poco por costumbre, un poco para animar las fiestas. En definitiva, da lo mismo, sólo que es más divertido porque los enojos son siempre por algo distinto. Nunca el mismo del año anterior. Mucho menos el de diez años atrás. Eso hace menos monótonas las conversaciones sobre los demás, los que no están; se entiende.
Durante las fiestas las órdenes que nos impartían a nosotros se reducían a una y era fácil de cumplir. Los chicos no-de-bi-a-mos-a-brir-lahe-la-de-ra. “¿Está CLAROOO?!!!”. “Si mamá”. Por lo demás, vía libre, y, como nadie cumplía lo de la heladera (cosa de la que no se percataban después de tomarse el primer cajón de los que sea) la pasábamos genial. ¡Qué fiestas! El tío Rúbe, pellizcando. Al tío Rúbe le gusta pellizcar y como no lo deben dejar, durante las fiestas pellizcaba a los sobrinos. Eso les daba unas vacaciones a sus hijos. Mis primos: agradecidos. Nosotros y los otros primos, huyendo, o, mejor dicho esquivando; es que el Rúbe aprovechaba cuando uno pasaba por descuido al lado suyo y te zampaba un pellizco en el lomo que te dejaba saltando.
Papá frente al asador, con el bicho resecándose, porque los asa en ocho o nueve horas, no menos, porque: “a-si-se-ha-ce”.
El tío Carlos, vinito tinto en mano prometiendo regalos para año siguiente. Y que nadie le toque su vaso, ni sus cubiertos, ni su plato y cuidado con su servilleta, y que no le vayamos a rozar los pantalones.
“Ves chiquito, hace tres años que tengo este pantalón y no tiene ninguna una mancha ¿Ves? No me vayas a tocar chiquito”. Chiquito éramos todos, mis hermanos, mis primos, o yo, daba igual, dudo que supiera quién era quién. “El tío Carlos el año que viene te va a hacer un regalo. Pero el año que viene, acordáte, no me toqués los pantalones, chiquito”.
Librados de los adultos porque las mujeres se la pasaban en la cocina y los varones en el patio, eso sí, todos cocinando y sobre todo calmando la sed que en el verano acucia arrecia arrebata arremete y parece infinita, nosotros nos aliábamos con distintos fines. Primero: a ver quien le ensuciaba el pantalón al tío Carlos. Segundo: a ver si lográbamos que nos llevaran a tomar helados. Tercero: a ver si la tía aristócrata largaba algunas monedas para regalos. Cuarto: a ver si el tío Néstor nos compraba petardos (a esto siempre lo lográbamos, pero los tiraba él, porque el tío nos ponía como excusa para comprarse petardos sin que la tía Silvia le tire la bronca). Quinto: a ver si lográbamos tomar cerveza. Sexto: a ver si al día siguiente nos llevaban al río.
En aquellas reuniones la abuela era la única que permanecía sobria, pero no por prudente. Es que a ella lo que más le gustaba era arruinarle la fiesta a los otros.”Juicio. Juicio”, solía repetir una y otra vez fresquita y alerta desde la cabecera de la mesa. Por suerte nadie heredó la costumbre de usar navideñamente la palabrita. Aunque no hizo falta, porque la vieja la dejó en el aire y aparece ni bien te querés relajar sirviéndote un vasito de más. “Juicio. Juicio”. Si, abuela, si: juicio.
Después de las doce caían los vecinos, a la casa le entraba a faltar el aire y a los chicos nos mandaban a dormir. Dormíamos todos en la misma habitación, en las cuchetas y en colchones desparramados sobre el piso. Era lo más hermoso de las fiestas. Escuchar a los grandes reír y hablar hasta dormirnos con las luces de la calle prendiendo y apagándose.
Los treinta y uno se le parecían, pero con menos gente tirada durmiendo en cualquier lado, menos ruido, y con el abuelo sentado a la cabecera de la mesa. Lo ponían ahí al pobre y no le quedaba otra que dejarse venerar por unas horas iluminado por el arbolito y teniendo que pedir que le sirvan porque a él lo ponían a la cabecera pero a las botellas las ponían donde se sentaban ellos.
Las fiestas de ahora son mucho más tranquilas y mucho más fáciles de describir. Nos sentamos a la mesa el veinticuatro (o treinta y uno), los cuatro gatos locos que vivimos en la misma ciudad y recordamos durante horas aquellas otras, las viejas, porque si no, las doce no nos llegan nunca, y es una vergüenza que nos vayamos a ver televisión

sábado, 18 de diciembre de 2010

Diciembre

Había salido a tirar la basura y mientras volvía con la cabeza gacha para no ser interceptada por mi vecina que ya había sacado el sillón plegable, el que tiene la propaganda de cerveza Schneider en el respaldo, escucho: ¿A vos te gustan las fiestas? No, soné, pensé, ahora me tiene media hora parada en la vereda. Mi vecina se sienta todas las tardes en la vereda y agarra al primero que pasa y tuve que ser yo, ¡por qué Señor por qué!
Odio diciembre odio las fiestas odio las salutaciones de fin de año. Por suerte anoche llovió y se puede respirar aire fresco en lugar de pis de gato y caca de perro, que es a lo que venía oliendo el airecito santotomesino en estos días maravillosos del maravilloso veranito que se nos viene encima, literalmete.
Me tocaron las ensaladas, siempre me dan las ensaladas porque como soy la pobre de la familia piensan que así gasto poco. Mi hermana eligió una con espárragos y alcaparras, los delirios de grandeza de la gente toma formas inesperadas para la navidad, toman forma de ensalada. No sé quién carajos va a comerse esa porquería con gusto a nada, y encima voy a tener que aguantar que mi cuñada en un acto supremo y único, único y valedero para todo el año que se viene, un acto de caridad y de bondad navideñas, diga: la preparó Bea coman que está rica, mientras la traga haciendo fuerza para que no se le note que le da arcadas.
Por suerte mis hijos crecieron y zafo de los regalos en el arbolito y hasta del arbolito porque cuando el más chico me vino con el asunto de armar el armatoste lo mandé a armarlo a la casa de la abuela. Para armar el arbolito tengo que sacar algo de la cocina minúscula donde apenas entra mi culo, a no ser que saque la heladera ahí no entra así que en cuanto le dije que sacábamos la tele y lo armábamos ahí solucioné el problema sin entrar en conflictos madre-hijo ni morales cristianos: madre-culpa. Qué bueno que la casa es chica.
Además de odiar los saludos odio las películas navideñas que para colmo empiezan el primero de diciembre y por inercia siguen durante todo el larguísimo enero santotomesino, esa especie de muerte en que entra la chacra mientras la Iglesia recuerda orgullosísima a su primer mártir, lo recuerda con la Iglesia vacía porque están todos en pedo, camino a Mar del plata o a Camboriú, según el tipo de cambio del dólar: La Navidad de Sonia, Sueño de Navidad, Milagro de Navidad, Navidad en Boston, Boston en navidad, El reglo de Navidad
Navidad Navidad, como sea que se llamen en todas hay gente sonriendo y lloriqueado porque algún hijo de puta se vuelve bueno de repente y por un día, porque la película termina justo ahí cuando el hijo de puta se volvió bueno, así que vaya uno a saber en qué andará para año nuevo el supuesto flamante buensamaratino, decía que por un día o mejor dicho unas horas porque el tipo se vuelve bueno bien tarde justo antes que la navidad termine, le convida los restos del pavo a algún pobre diablo (que no es su perro).
Me voy al centro a comprar las alcaparras y los espárragos, en latas, porque en mi barrio eso no se consigue. Ojalá mi ex suegra también haga ensalada de espárragos y alcaparras y se atragante con las bolitas.
Felices fiestas, lo primero es la familia, no hay nada más lindo que la familia "unita", de carne somos, etc.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Divorcios

Es que vos nena sos muy rencorosa, me dijo mi tía Otilia poniéndose un bife de cuadril en el brazo a la altura de la BCG para bajar la hinchazón, según ella, porque sin querer, de cruce, el marido (el Migue para los íntimos) le había dado un mamporro por tarada.
Es que yo me acababa de separar del padre de mis hijos porque mi ex me fajaba de vez en cuando y andaba con los trámites para el divorcio y a la tía Otilia le parecía un horror tener una divorciada en la familia. Es que Otilia pertenece a la familia de mi madre, no a los Cuenca, los Cuenca se divorcian se vuelven a casar se apaloman con gente del otro y del mismo sexo, adoptan con sus mujeres hijos que tuvieron con la vecina y todo lo hacen con alegría, torta y vino tinto. Pero en la familia de mamá no en la familia de mamá somos todos católicos apostólicos romanos como le gusta decir la abuela Bienvenida.
Vos nena no sabés perdonar, perdonar con acá me dijo mi tía tocándose el corazón con el bife de cuadril.
Y no la verdad que no, los Cuenca tenemos fama de memoriosos pero en realidad somos unos rencorosos de la puta madre, sobre todo los judíos porque en la familia tenemos dos que se pasaron al bando anti cristiano por razones incuestionables, es decir de calentura incontrolable. Por suerte se divorciaron y volvieron al rebaño porque la abuela Remedios de los Dolores ya nos tenía cansados con tanto rezo del rosario, misas de sanación del alma -que duran como tres horas- y estaba a punto pedir un exorcismo.
Pero esos son la familia de tu padre y vos sabés cómo son todos en la familia de tu padre, me dijo la tía Otilia cuando le recordé los divorciados que me precedieron en el juzgado de familia para empezar el trámite. Acá me salvó el Migue, marido de toda vida y único hombre para más datos -entiéndase único que se acostó con ella-, que ni bien la vio con el bife de cuadril en la mano le dijo qué hacés con eso cada día más tarada vos. Qué hacés nena, me dijo después. A qué hora comemos, le dijo después a Otilia, no pensarás cocinarme ese bife que estuviste manoseando.
La nena se separó se va a divorciar qué desgracia, dijo Otilia y el Migue sin mirarme me dijo: ya era hora, en el club hay un par de muchachos que por unas cervezas te lo cagan a palos si vos querés
Lo voy a pensar le contesté.