Divorciada, madre y para completar: ¡hija, hermana y cuñada!


Desconcertada, con el tiempo del mundo en sus manos... y nadie a quien contarle.




miércoles, 21 de diciembre de 2011

Otra vez

Otra vez en casa. Qué bueno. Me recuperé. Al final era que me había atropellado un auto, camioneta, para ser más precisa.
Listado paara navidad:
ensalada Waldorf, ensalada César, ensalada con rúcula y peras, ensalada de tomates (porque el Lucho no como cosas raras)
budín sin almendras (para mi hermana la alérgica, que como es Licenciada no cocina sólo "licencia")
matambrito relleno (porque Rosario dice que así es como si estuviera todavía al abuelo -Dios nos libre nos guarde y no lo suelte)
vitel toné (para Cata, para recordar al finadito que la amaba con locura, con locura por el vitel toné)
pollo relleno -calentito- (para mi hermano el mayor que no come nada frío)
mixtos de jamón y queso (porque los chicos no comen lo que comen los grandes, les da asco)
¿Por qué no se van todos a cagar?


---Otra vez en Navidad y el pescado sin vender
---No seas grosero Lucho. ¡Encima que hace como quince años que te hace el tuco la cargás! Ya te dije, no es por vos Bea no es por vos pero ya le dije que con el climaterio estoy engordando que el tuco y los tallarines del domingo son veneno mirá, veneno para mí. No es por vos Beas querida pero son veneno ¿Podría ser un  poco solidario no te pareece?
---Sí Marta
Y de paso dejarse de joder con el tuco "como lo hacía la abuela" que después lo repetimos hata el lunes a la tardecita cuando finalmente nos decidimos a tomarnos una hepatalgina.
---¿No lo podés hace más livianito?
---En eso pensaba.
Más liviano sería dejar de tener que levantarme a las siete de la mañana para que el tuco cocine las cuatro horas a fuego lento así todo se "concentra", como decía la Cata cuando todavía el tuco no se le había ido por la arterias hasta el cerebro.
Cata empequeñece desde hace años. Se va a chicando, yo creo que va a desaparecer. La Cata no se va a morir va a desaparecer en el aire. Mientras tanto, con el cerebro que le irriga poco (así dice la abuela Rosario), la Cata la pasa de diez ajena a la cotidianeidad y las buenas costumbres que solía tener antes de enfermarse.
A Cata le gusta ver las novelas, si tiene un buen día, si no, le gusta sacar la lengua, escaparse, putear, contar una y otra vez cómo el abuelo le pidió casamiento o cómo logró que las chicas del pueblo se secaran la henagua de abajo, porque en su época las mujeres usaban una henagua de la cintura para abajo y otra tipo vestido debajo del vestido.
Lucho tiene la teoría de que no fue el tuco lo que le frió el cerebro a Cata, sino andar de negro cuatro años cuando murió el abuelo. Es que el abuelo murió en pecado mortal y además pecando con la Cata, claro que esa historia está guadada bajo siete llaves, o eso cree la abuela Rosario, que fue la que le aconsejó que dijera que se despertó por un ronquido de él y salió a buscar al médico que vivía enfrente y cuando llegaron, corriendo, el abuelo ya estaba muerto. En fin, después de todo, las tres cuartas partes de la historia es cierta: ella salió corriendo hasta la casa de enfrente que era donde vivía el médico. Cuando llegaron el abuelo estaba muerto, y no tenía precisamente una sonrisa, porque ese asunto de que morir a mitad del coito es una muerte feliz, también es un mito.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Beatriz en terapia VIII y último

Todo pasa
¡No!¡Noooo! No no no me saquen de acá no por favor que mi familia me va a poner a hacer el pan dulce para las fiestas y mi familia es muy exigente con el pan dulce: hay que hacer con fruta y sin fruta con fruta pero sin pasas con, fruta y pasas con fruta y nueces y con frutas sin nueces; con fruta y con almendras pero sin nueces y con fruta con con nueces pero sin almendras porque mi hermana la soltera es alérgica; sólo con nueces para lo chicos porque no comen fruta, con chispitas de chocolate que es una abominación, el pan dulce con chispitas de chocolate es el Frankenstein de los panes dulces, y también hay que hace el dietético para la que está a dieta (mi cuñada, la mala; la buena no pide nada, me mira con lástima nomás y me ceba mate, hectolitros de mate) y principal: el sin azúcar para madre porque es diabética...y sí por eso no más me dejé atropellar por la camioneta, no yo, mi inconciente, ¿qué pensaron?, soy neurótica, no psicótica; no intenté suicidarme, me chocaron de hijos de puta que son, mirá que no verme a mí que tengo el culo del tamaño de un Fiat 600 y sí lo tendré grande pero rodondito y arriba. ¿Qué estoy diciendo? es por los sedantes que todavía me dan vuelta por la sangre. No doctor no no les diga que estoy totalmente recuperada que además me a mandar a hacer arrollados de carne ¡No! ¡Noooooo!

---Bea. Beaaaa
Te escucho Marta lo que no quiero es contestarte y no susurrés al oído no seas ridícula.
---¡Beiiitaaaaa!
---Hola Marta
---Beita ya estás bien, ponete contenta que en poquitos días más vas a poder hacerle el tuco de los domingos al Lucho
---Sí Marta

lunes, 14 de noviembre de 2011

Beatriz en terapia VII

Para agravarme
Ahí viene madre soplándose los mocos. Mátenme, mátenme, denme esa pastillita para dormir que le dan a la vieja que nunca duerme y no los deja coger tranquilos!!!!!!!!!!
--Nena es que estoy tan angustiada, con vos acá la casa es un lío -y está sucia-; la Cata se me escapó dos veces, Remedios se la pasa en la Iglesia rezando por la salvación de tu alma --"Será de mi cuepo, esoy viva, ¿qué dice esta mujer?"--, es que ella piensa que tu alma necesita mucho rezo; mucho. Yo le digo que rece por que te salves, que si no quién se encarga de la Cata. Yo  tengo mis achaques y ahora me lastimé le mano mirá mirá nada puedo hacer y no puedo salir al sol porque me viene el rebrote por la culebrilla de la diabetes y a tu hija quién la cría y a tu hijo quién le paga el colegio. Además tus hermanos tienen familias consolidadas, con-so-li-da-das, como Dios manda, no como vos, que ni eso hiciste. Y tu hermana... tu pobre hermana tan inteligente tan trabajadora si la humanidad o por lo menos el gobierno debería reconocerle tanto esfuerzo y dedicación. Ahora nomás enstá en el Uruguay, descansando un poquito, con el novio ese divino y rico que tiene, además fue con la suegra ¿Vos creés que eso significa copromiso?, compromiso o mejor! ¡Casamiento! ¡Haay! ¿Que me voy a poner?, no tengo nada decente; y vos, toda estropeada, vergüenza vas a dar toda llena de machucones, mejor me parece que no vas; inventamos alguna excusa y no vas. No vamos a andar mostrando magullones entre la alta sociedad; van a pensar que nos cagamos a palos . Buuuuaaaaaaaaaa. Buuuuuuuuuuaa-aaa-aaaa-aaaa-aaaa! Desde que naciste que solo me traes disgustos, es más desde antes de nacer que solo me tres disgustos. Los hijos son la luz de los ojos de sus madres No te me vayas a morir porque me muero porque todo el mundo lo sabe: no hay dolor más grande que un hijo muerto. Buuaaa!

"Gracias madre, ya me siento mejor". ¿A ver si alguien la saca antes de que despierte al que está en coma?

sábado, 12 de noviembre de 2011

Beatriz en terapia VI

Hace un rato que discuten, le discuten al médico el diagnóstico, el tratamiento y el pronóstico. Parece que estoy jodida nomás. No me queda muy claro porque el médico dice que no, pero mis parientes dicen que sí. Siguen llegando y hablado a los gritos en el pasillo y en la salita de espera de enfrente y en la salita del parte donde entran de a media docena mientras las enfermeras sostienen las puertas para que no entren más y el doctor retrocede espantado con las manos por delante como atajándose. Claro que todo esto me lo imagino, porque todavía no me sacan del todo la sedación, pero seguro que no exagero, es más, seguro que es peor de lo que me imagino.
   Mejor para ellos que no estén acá cuando me despierte, porque en cuanto abra los ojos me van a oír,   yo sé que nunca hablo  pero esta vez me van a escuchar.
   Silencio al fin. Debe haber terminado el horario de visitas. Escucho algo así como una tropilla de caballos pasando cerca. Deben estar yéndose. ¿Y si estoy jodida y el doctorcito de los ojos verdes miente? ¿Así que el intendente anda enredado con la secretaria de gobierno? ¡Hey! no se vayan a la otra cama que no escucho. ¡Hey!, me parece que quiero ir al baño.


La tardecita
   Debe ser la tardecita, lo sé porque a la tardecita me baja el azúcar y el alma se me instala en los pies ¡Tráiganme un chocolate! Es a la tardecita cuando se me da por acordarme de los muertos  y justo ahora me estoy acordando de papá, con sentimiento de culpa, claro que es el único sentimiento que cultivan los padres y después se esmeran para que florezca en sus retoños cristianos:
   Una debería venir al mundo con un conveniente botón de Supr. o Resete, para estos casos, pero dicen que la naturaleza es sabia así que por algo se lo habrá saltado.
¡Si no me traen un kilo chocolate o un balde de serotonina me suicido eh!. Miren que me muerdo la lengua como la chica del millón de dólaares -Hay Dios qué lindo Clint Eatswood- me muerdo y enchastro todo! ¡Miren que cuento que anoche los enfermeros lo hicieron en la silla de ruedas! 
  

Beatriz en terapia V

Hacia el mediodía
—Callate que no escucho al médico.
   Esa voz. No puede ser pero es, esa voz de tos convulsa es de la tía Marieta ¿Qué hace acá la tía Marieta? Seguro escucha detrás la puerta, no se saca la costumbre y... ¿Quién llora? Es madre, sí, esa es madre ¿Y quién la consuela? La Baby.  ¿La Baby la consuela? ¡La vecina también vino! Dios me parece que se me acelera algo; no hagás papelones mamá no llorés a los gritos haceme el favor que después tengo que volver al barrio y escuchar a la vecina que cuenta todo en el programita ese que tiene en la FM comunitaria.
   La Baby tiene un programa de radio en la FM del barrio, se llama El Vecindario y como el nombre bien lo dice, trata del vecindario: de los casamientos en el  vecindario, de los bautismos en el vecindario, de los robos en el vecindario, de las hijas adolescentes que se embarazaron en el vecindario –literalmente porque se embarazan en el terreno baldío que está al lado de la Iglesia- , de los viejos que se murieron o se están por morir en el vecindario, de los cumpleaños en el vecindario y de los cuernos en el vecindario, pero esto último lo informa sin nombres. La Baby, a lo de los cuernos,  lo informa con pistas, la mayor parte del tiempo, ambiguas, así que un rato después del programa, los vecinos nos entramos a mirar con desconfianza, sobre todo me miran con desconfianza a mí porque soy la divorciada más vieja, es decir la que tiene más años de divorciada pero más que por el divorcio, me miran con recelo porque ando sin ningún asunto con hombres desde el divorcio.  
   La palabra asunto fue idea de madre, no podría haber sido de nadie más. Mi hermano el mayor tiene esposa; mi hermano el menor tiene señora -Mabel-; mi hermana la soltera tiene pareja; yo tengo o mejor dicho, de tener, tendría un: asunto.
   Si la habré escuchado repetirlo:
—¿Todavía sin asunto vos?
—No tengo tiempo, ni ganas mamá ¡Para asuntos estoy yo!
—Lo que no tenés es forma de atraer a un tipo, mirate mirate Beatriz esos pelos.
—Hoy me tiño, hoy me tiño aunque tenga que matar a uno de los chicos o a Cata para hacerme tiempo.
—No sé qué vas a hacer vos cuando envejezcas. Mirá que se envejece rápido. Bueno vos sos morocha, a tu padre saliste morocha, hasta en eso saliste a tu padre, los morochos no avejentan tanto mirá tus tías, sin una arruga y son mayores que yo, todas, hasta la Negrita, aunque diga que yo le llevo dos años, es mentira, la Negrita es mayor, lo que pasa es que los negros no se arrugan.
—Lo Cuenca somos cruzados con indio no con negro mamá.
—Es lo mismo. Por lo menos buscate un tipo que te deje una pensión, ya que no tuviste la viveza de sacarle una a tu ex.   No tenés remedio Beatriz, siempre fuiste igual, desde que naciste mirá, te digo más,  desde que supe que estaba embarazada de vos que no hacés más que traerme disgustos.
    Madre es un sol, es por eso que llora, deben haberle dicho que no estoy tan grave como ella soñaba.

lunes, 17 de octubre de 2011

Beatriz en terapia IV

El motivo 

—Entonces doctor.
—Entonces señora...
—Mabel.
—Mabel, vaya tranquila que su hermana.
—Cuñada doctor.
No le pongas ese tono de gata Mabel que el Lucho tiene oído de tísico. Te va a matar.
—Su cuñada está acá solo para recuperarse, más por precaución que por necesidad, le diría.      
—Qué bueno doctor.
—Vaya ya va a ver que pronto la tienen en casa.
No quiero ir casa, no me quiero ir a casa doctor, déjenme otro ratito acá y bájeme el goteo así le veo los ojos verdes esos que las enfermeras dicen que tiene.
Definitivamente me siento bien, sobre todo porque yo sé perfectamente que peor estaba afuera,  porque, ahora que me acuerdo, a Sofi la habían suspendido del colegio por repartir preservativos en el patio de la escuela. A la chica se le dio por evangelizar contra el H.I.V y los embarazos indeseados.    Primero sermoneó en la costanera,  entre los eucaliptos, que es donde van todos a embarazarse sin desearlo, después en la plaza y como le sobraron, se cruzó a la escuela.    Las monjas llamaron a la policía y es de lo último que me acuerdo, así que cómo vine a parar acá no sé muy bien algo con el teléfono, con unos gritos que salían del auricular y llegaban a la vereda, me acuerdo porque la vecina vino –una vez más- a ver qué pasaba. La vecina viene a casa a ver si pasa algo al menos una vez a la semana. Decía que recuerdo algo de unos gritos desgañitados pero como los Cuenca se la pasan gritando lo de los gritos no me aporta nada, ni una pista. También me acuerdo de verme las piernas y de la perra entre las piernas, y de unos tropezones. Ya sé, fue algo que me hizo salir corriendo, y no era por la Cata, que desde que no le irriga sale y se pierde, porque yo ya no corro cuando la Cata sale aunque sepa que se va a perder, no corro porque sé que todos la conocen, la conocen el barrio y en otros barrios, la conocen los colectiveros, los ambulancieros del hospital y la policía  y, siempre me la devuelven, sana y salva y tan contenta que hasta  veces dejo la puerta sin llave para que se haga un escapadita.
Estaba en tratar de recordar cómo llegué acá, en que salí corriendo después de una llamada y en que Canela se me escapa y me sigue ladrado y cruzándoseme entre las piernas y... sí, sí, sí: escuche  la voz de alguien diciendo algo, algo  como ¡Cuidado con la…!
Y hasta ahí… cuidado con la. ¿La qué?

viernes, 30 de septiembre de 2011

Beatriz en terapia III

Las enfermeras

Hace, no sé, dos horas o tres que estoy acá, tres o más la verdad que no sé. ¡Qué manera de chismorrear las enfermeras!, debe ser por eso que lo sedan a uno. Bájenme el goteo así abro los ojos y veo a ese doctorcito del que tanto hablan.  Cuenten la novela del canal nueve que la del once yo no la sigo, sigo otra.
   La verdad que no se está tan mal acá, está cálido, que no es poco con la ola polar y además  me pasan algo por el suero que no sé que será pero que me sienta de maravilla. No siento nada, y hace rato no me pasaba esto de no sentir nada: no sentir  las cervicales entumecidas incrustadas en el cráneo; no sentir la espalda como una tabla de picar carne, iba a decir de lavar pero nadie se acuerda de las tablas de lavar, en casa todavía hay una,  a veces la uso para fregar las sábanas de la Cata, para descargar los nervios, otras para tirársela al gato del vecino cuando anda en la copa del sauce espiando a ver si puede bajar y comerse una tortuga.  Si me bajaran el goteo seguro podría mover los pies, girarlos para un lado para el otro para un lado para el otro, hace como cinco años que no sentía los tobillos deshinchados, sin esa sensación de tener una bolsa de agua helada enroscada en cada pie; pero sobre todo hace rato que no sentía esta placidez esta liviandad. Liviandad: ahora que lo pienso me parece que no la sentía desde la secundaria cuando me desmayé en la clase de biología.    También, disección de  rana con rana viva. ¿No me estarán por abrir como a la rana?
¡Miren que escucho! ¡Miren que estoy despierta! ¡Miren que no cicatrizo bien que tolero poco el dolor que no tengo obra social que me van a tener que cuidar ustedes porque los Cuenca son un montón pero para esas cosas desapareeeceeeen!

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Beatriz en terapia II

Estoy despierta

Estoy despierta Mabel y te veo medio rara te veo pero te veo, agradecé que no puedo hablar Mabel, y no le apoyés la manito en  el pecho al enfermera, esa manito perfecta que tenés Mabel, la tenés igualita que cuando éramos chicas, claro si desde que me acuerdo que la metés al agua  únicamente para lavarte la cara.  Te estoy viendo, estaré sedada veo clarito; estoy viendo esas uñas puntiagudas de los ochenta que todavía usás sobre el ambo del enfermero.
Sacá la mano de ahí Mabel que si te ve el Lucho se arma.
—Vaya, vaya señora, así entra otro familiar que ustedes son muchos.
Muchos no, los Cuenca somos una multitud,  y me parece que están todos afuera y si no escucho mal, otra vez se están peleando. ¡Desenchufen ese aparto que  me quiero ir! Me quiero ir a ver el túnel y la famosa luz blanca.   Me quiero ir como la tía Negra cuando se murió un ratito, así yo también tengo algo para contar en los cumpleaños.
­   Dale Mabel, dejá de llorarme sobre el respirador que me vas a mojar los  pulmones.
—Chau Beatriz, recuperate que te estamos esperando, el Lucho te espera para que le hagás el tuco.
¡Andá a limarte las uñas Mabel!

Beatriz en terapia

Primeras horas

Las primeras horas en la terapia no me las acuerdo, lo que sí recuerdo es la voz de mi cuñada que es mala actriz; malísima. Recuerdo que pensé: dale  Mabel andá para tu casa que te vas perder la novela
Yo creí que nos ibas a enterrar a todos, Beatriz, me estaba diciendo ella, mientras se apoyaba un pañuelito descartable en la nariz para que no se cayeran  los mocos encima mío.
Ni loca, con lo que cuesta y con lo amarretes que son los Cuenca. No conozco un Cuenca que deje pagado el cajón. Si hay que andar amontonándolos en el panteón del tatara-abuelo. Hacer esa cosa asquerosa que se llama reducción cada vez que uno se muere porque ya no entra un muerto más pero los Cuenca le siguen metiendo Cuencas adentro. Ahora que lo pienso ni se te ocurra meterme ahí Mabel, no pienso morir pero por las dudas porque uno propone y Dios dispone. Ni se te ocurra Mabel 
—Fuerza Beatriz, no nos dejés.
No llorés que me atraganto con el respirador.
—Señora, su hermana no está tan mal.
Lo que me faltaba, un enfermero solidario. Esa voz la reconozco es la misma que anoche le decía dale mostrame agachate así te veo culito a la de limpieza. No la consolés que Mabel no llora porque estoy acá llora porque va a tener que llevarse unos días a la abuela Cata que.
—No es mi hermana es mi cuñada pero como si lo fuera, doctor,  porque es tan tan
Tan boluda que hace diez años que con el cuento de que nadie hace el tuco como yo le cocino a tu marido todos los domingos, mientras vos te limás la uñas.
—Sufro mucho doctor es que Beatriz es el alma de esta familia
¿El alma? ¿Que es el alma? Y no es doctor es enfermero, ¿no le ves el bordadito? ¿De qué alma hablás Mabel, de la que se va al cielo? Esa no la tengo la perdí con el divorcio junto con los demás bienes gananciales, acordate que me fui sin una bombacha y esto no es una metáfora. Lo único que me pude llevar es la culpa, es que le dije al abogado que no importaba qué pero que algo me tocara que algo me “tenía” que tocar, y me tocó la culpa... y los chicos.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Ferias, libros, escritores y presentaciones

Con la dragón durmiendo, después de la salida del sábado -salida + alcohol, se entiende-, y el pibe enamorado, rondando la casa de su amada -que tiene 14, es decir un año más que él, y a quien le tuve que comprar un regalito de cumpleaños- decidí darme una vueltecita por la feria de libro para ver como pintaba y de paso alejarme unas horas de la Cata y Remedios y su  misa obligatoria de la tardecita del domingo.
Y la feria pintaba que había poca gente y  poco expositores y pocas presentaciones.
Llegué, debo decir, que relajada, hasta diría que feliz, y enfilé derechito hacia la presentación que no se anunciaba en ningún lado pero que concluí que ocurriría viendo el pequeño amontonamiento que se producía en una salita muy blanca y muy agujereada, es decir llena de falsas ventanas y con dos puertas enormes, agujeros estos que la dejaban totalmente expuesta al ruido ambiente -gente, niño -que como todo el mundo sabe no son gente-, libreros -que tampoco son gente son comerciantes y toda clase de cuchicheadores caminadores andadores de domingo
 Llegué con el tiempo justo así que corriendo y a último momento, porque  en medio del hall me abarajó un susurrador, disfrazado de duende, blandiendo un tubo decorado con cintitas y palelitos de colores que interpuso entre mi oreja y su boca para recitarme  me recitó un poema que escuché por la mitad porque el tubo medía como metro y medio y las palabras me llegaban entrecortadas, pero algo con un burro era, espero que no haya sido zoofílico el poema.
Ya en la sala, en los límites de sala, casi en el exilio de la sala, pude ver que en el panel estaban las dos botellitas de agua mineral los dos micrófonos y como no podían faltar, el escritor y el presentador.
Había bastante concurrencia, así que me paré al fondo -porque ya no había sillas libres-, de tal forma que mi oído izquierdo quedó justo en dirección al teatrillo donde, a unos cincuenta metros del SUM (que quiere decir salón de usos múltiples no sé bien por qué porque no tiene lugar más que para la mesita del panel quince sillas y las botellitas de agua mineral). Y esperé...
Resultó que justo cuando el presentador se largó a hablar de las virtudes del escritor y del libro recién nacido, en el teatrillo se largó el cantante con sus músicos. Resistiré cantaba el cantante y yo miraba (porque no escuchaba) lo que el presentador decía. Deduje que serían cosas muy serias porque todos tenían esas caras que se ponen ante las palabras que resuenan serias. Así que mientras los alaridos del cantante que resistía en el escenario me invadían el cerebro, yo intentaba leerle los labios al presentador con la intensión de enterarme del asunto que trataba del libro y con mucho esfuerzo e imaginación, de vez en cuando leía alguna palabra de los labios del joven presentador, palabras como: filosofía, árbol, eterno retorno, Hegel, inundación, Freud, progresismo y otras palabras -que no entendía- pero que me indicaban que,  efectivamente, el libro era,  no solo serio, sino difíciles de comprender.
Al rato, mientras el cantante seguía resistiendo en el escenario, el escritor resistía sentadito frente a la botellita de agua mineral, y yo, resistía paradita en el fondo del SUM observo que se para junto a mí, nada más ni nada menos que el célebre organizador de la presentación (de taje oscuro y corbata) organizador, que además había publicado el libro y que además me conoce desde que éramos chicos y que además se resistía a reconocerme aunque me miraba a los ojos de tanto  en tanto, ocasión que yo aprovechaba para ponerle una de esas sonrisas mías, encantadoras -copiadas con esmero y ensayo de las conductores de la tele- que dicen clarito que algo así como: ¿No me ubicás? si nos vimos la semana pasada y me preguntaste por mamá.
Concluí que el traje de funcionario y el papel de editor son una combinación fatal para la memoria de las personas. O los emboludece, vaya uno a saber.
La presentación terminó. Todos se pararon a tomarse el vinito de rigor y el cantante se dejó de joder justo en ese momento en que habría venido bien un poco de música.
La próxima feria me quedo e casa y me voy a la misa de la tardecita con Cata y Remedios, esa misa que da el cura que es sordo y medio ciego y que también se olvida de qué domingo se trata y se manda el sermón de Navidad para Pascua y  el de san Gerónimo el día de San Cayetano.
Aunque los vecinos le tienen lástima, a mí me parece, me sospecho, estoy casi segura en realidad que el cura que tiene más mañas por viejo que por cura,  más que  sordo y medio ciego, es bastante ladino y mantiene desconcertado al auditorio como estrategia para que sigan yendo. No vaya a ser que se le muden a la iglesia evangélica de la otra cuadra, que por lo que se ve, le está quedando chica al pastor, mientras en la católica entran a sobrar lugares en los bancos y a una no le queda otra que sentarse cerquita y prestar atención para no andar pasando por hereje.

sábado, 30 de julio de 2011

La luna en el sauce

Así le puse a la novela erótica que va viento en popa y en proa también: ya me echaron de dos agrupciones más de escritores sobrevaluados y asexuados así que desde ahora me quedo en casa y me divierto sola.
Recordatorio: Angie está con Felipe, un cliente fijo que tiene. 

 
Me he sentado y me he quitado lentamente las medias, ahora acaricio mis pies. Llevo siempre las uñas de rojo, el rojo contrasta con mi piel y amplifica mi pertinaz palidez. Elevo las piernas, rectas, tensas, hasta que alcanzan la altura de mi cabeza y las acaricio. Comienzo con las pantorrillas, las masajeo suavemente. Después paso a los muslos y empiezo un masaje más intenso. Busco en la cartera una crema humectante y  froto el interior de mis muslos  con movimientos circulares que mi falda oculta. Mantengo la mirada fija en la sombra que se mece.  
   Me levanto, mi mano eleva mi falda, le muestro mis  glúteos;  repentinamente acomodo mi falda que desciende hasta ocultar las rodillas. Felipe cambia de postura, descruza y vuelve a cruzar las piernas. Busca una posición más cómoda. Percibo su inquietud, una energía firme como una flecha  que cruza la habitación hasta clavarse  en mi cuerpo.  Tiene un brazo apoyado en la mecedora, el otro en sus piernas. Percibo el movimiento de la mano que sacude de un modo que conozco bien aunque se esfuerce por hacerlo imperceptible.
   “Subís o te vas a quedar mirándome, me dice dando un par de palmadas sobre las rocas, muy cerca de su pierna. Subo, le contesto.
   Trepo, apoyo las manos y trepo buscando hendiduras, ayudándome con las manos. Algunas uñas se quiebran al contacto con las rocas.   Buen paisaje, escucho.  Un joven ennegrecido por todo el sol y el mar  pasa a la carrera. El pareo vuela empujado por el viento dejando al descubierto el traje de baño, diminuto. Lindo  culo, dice el joven y se ríe y sigue su carrera.       
   Me siento junto a desconocido del que emana un aroma caliente y salado. Veo el sudor, puedo olerlo es suave, está adulterado con el aroma del antitranspirante; creo reconocer la marca, es una de esas que se anuncian como atractivas para las mujeres; tienen razón, esos olores son atraedores jaladores empujadores. Me acerco y lo huelo. Me dejo empujar.
   Huelo los brazos con los ojos cerrados. Aspiro hondo varias veces, él no puede verme así que me siento segura deslizándome desde la muñeca hasta los hombros redondeados y firmes. Abro los ojos y me acerco al cuello. Huelo en la línea donde comienza el cabello crespo, blanco. Percibo en la nuca el olor del agua del mar, también de la sal del sudor y un  dejo del perfume; la combinación de aromas me llama, me incita a lamerlo.  Desciendo con la nariz pegada a la espalda. No puedo contenerme y saco la lengua, no lo toco solo me deslizo por la espalda oliendo, con la punta de  lengua afuera, a un par de milímetros de la piel caliente. Bajo, subo. Me detengo a la altura de la axila, el olor del sudor mezclado con el perfume del antitranspirante me excita nuevamente. Segunda vez, pienso, mientras disfruto de la sensación agradable que me brinda lo que ocurre entre mis piernas. Instintivamente llevo mis dedos a mi vulva, protegida por el género que se ha humedecido.   
   Olés fresca, me dice él, como si el sol no te tocara, y apoya su mano sobre mi rodilla. Es una mano pesada, oscura, áspera. Dura.”
  

viernes, 8 de julio de 2011

Venganzas no; pequeñas revanchas: Siií

Madre me llamó por teléfono para que fuera a la farmacia a comprarle caramelos para la garganta. La farmacia está a doce cuadras de casa -y a cinco de la casa de ella-; la farmacia tiene servicio de cadetería; yo tengo el auto en el mecánico -si otra ves, ¡y qué!-. Madre me abrió la puerta y me dio la toalla a cambio de los caramelos porque llovía a baldes. ¡Hay cierto que vos no tenés el auto!, me dijo. Lo que pasa es que tu hermana está estudiando ella siempre está estudiando porque los licenciados estudian toda la vida toda la vida y viste que el cadete de la farmacia no viene enseguida cuando uno llama. ¿Estás más gorda no?  Tenés que cuidarte sos joven mirame a mí que parezco tu hermana de bien que estoy. ¿Viste que bajé otro kilo no?
A mí me pareció que no le dolía para nada la garganta y también me pareció que arriba del modular había un paquete sin abrir de caramelos. Gracias, era para tener de reserva, me dijo antes de decirme. ¿Ya te vas?, porque yo como tempranito y ya me estoy sirviendo.  

La venganza es mía dijo el Señor, así que mejor dejársela a él, no vaya a ser que una termine como el Conde de Montecristo: con toda esa plata y sin nadie con quien gastarla.
Pero esa es la venganza. Las pequeñas revanchas son otra cosa que Jeová, en su generosidad y misericordia,  nos dejó a nosotras las mujeres, no sé si por lástima, porque tenía miedo de que le boicoteáramos  los planes de poblar el mundo o peor aún, le arruináramos la llegada del Mesías. Por lo que sea, las revanchas nos pertenecen por derecho divino, porque lo dice la Biblia. Lo dice ahí, ahí nomás, casi al comienzo, después de la creación y la expulsión del paraíso;  justo después del diluvio y los diez mandamientos, cuando Jeová le promete a  Abraham un hijo; justo ahí, después de que Abraham, que ya se había cansado de esperar y ya que estaba, con la excusa del heredero se pone a  "engendrar" con Agar, la sierva de su mujer -a la que, dicho sea de paso le llevaba como teinta años, años bíblicos que son más largos-, me perdí con tanta subordinada.
Estaba en que Abraham la pasaba bomba con Agar hasta engendra a  Ismael, que sin saberlo y gracias a la impaciencia del padre -el biológico-, pasaría a la historia no solo como el primer bastardo sino además como el primer resentido.
Ahí empezó todo. Esto no está escrito en la Biblia, solo insinuado, pero se entiende clarito que la mujer esta, la amorosa, la obediente, la sacrificada de Agar, le restregó el asunto de ser madre del hijo de su marido a Sara durante más de una década -trece años para ser exacta-,y ocurrió entonces que Jeová -que como todo el mundo sabe tiene sus tiempos que no son los tiempos de los hombres mucho menos de las mujeres, cumplió la postergada -por buenas razones-  promesa hecha a Abraham. Acá voy a abrir un paréntesis porque intentando engendrar con  la abnegada de Agar, vaya uno a saber si a Abraham le daba el cuero para ocuparse de Agar, de Sara y del reinado de Israel, cosa que yo pongo en duda, porque no es justo endilgarle a Jeová toda la responsabilidad por la tardanza, porque a Abraham le prometió que engendraría con Sara no que se lo iba a regalar al legítimo heredero. ¿Se entiende?.
Siguiendo con la historia: con la promesa en camino y trece años de tragarse a Agar sin chistar, Sara tuvo la oportunidad de devolver los favores recibidos de su fiel sierva, pero se limitó a esperar y a parir al  heredero legal del pueblo de Israel dejando a Jeová las cobranzas por las ofensas recibidas y a Agar con las ganas de convertirse en madre de naciones y reyes -incluido el Rey de reyes-.
El resto de la historia se deduce fácilmente de los hechos narrados -podría decirse que está en el espíritu de la Biblia-: como recompensa por no haberse vengado de Agar, a Sara se le concedió el goce de aquella revancha que ella llamó Isaac, fue así que desde entonces, con la anuencia del Padre, las revanchas descansan en manos femeninas porque después de tanta devoción,  alimentos mal digeridos y parir después de lo cincuenta, nadie ni siquiera el buen Jeová le podía negar a Sara la satisfacción que le produjo  tener entre su manos la berreante revancha -aunque el disfrute fuera pecado mortal-, no fuera a ser que por tirar demasiado del hilo, se cortara, y Sara, en legítimo ejercicio de la venganza, le sacara marica a Isaac, así que, hombre al fin, con su objetivo cumplido, Jeová miró para otro lado -para el lado donde ni con un milagro arreglaba el lío de la doble cabeza que se erguía sobre "su" pueblo-, y dejó que las mujeres se las arreglaran solas con sus cuestiones domésticas con la revancha como arma.
Así que a no desesperar mujeres si la madre de una se la pasa poniéndote de ejemplo a tu hermana, esa hermana a la que consintió -no como a una-; esa hermana que tiene más de treinta y no tiene idea de lo que es lavarse los calzones -no como una que lavaba los propios y los ajenos, sin contar los pisos y los platos-; esa hermana que fue a coro a guitarra a danza a -mientras una estaba haciendo los mandados limpiando los muebles y levantando la ropa de la soga-; esa hermana que ahora es una malcriada con título de Licenciada -no como una que es una bien criada en ejercicio de criada sin título-; esa hermana que no tuvo nada que ver en el asunto pero que lo personifica,  recordándotelo constantemente; decía que si tu madre te la pone de ejemplo, sutilmente, con frases como "no, tu hermana está descansando porque tu hermana TRA-BA-JA porque tu hermana ES li-cen-ciada", no hay que desesperar. Nunca, aunque le amueble un departamento, le regale las joyas de abuela -todas-. No mujeres, ni siquiera hay que desesperar cuando le ponga la casa a nombre de ella y a vos te diga "cuando me salga la jubilación te hago un regalito para que les comprés algo a esos pobres los chicos", porque está en la Biblia y si está en Biblia es tan cierto como si estuviera en Wikipedia: Jeová se reservó la venganza pero nos dejó las pequeñas revanchas,  así que solo es cuestión de sentarse a esperar, en lo posible con los bizcochos con chicharrón lejos del alcance de la mano.
Por lo tanto mujeres: el plato siempre a medio llenar, las canas tapadas, la tetitas para arriba, la panza para adentro  y a no desesperar, porque hay un Dios, porque la revancha es nuestra, pero sobre todo, porque no vale la pena.

miércoles, 6 de julio de 2011

Mi familia: Los Cuenca

...Y sí, es un velorio; es que en los velorios estamos todos, así que aprovechamos y ya que estamos ...

Estudio fotográfico: Minetti-Giannecchini

domingo, 3 de julio de 2011

...y seguí leyendo

..y como hacían un respetuoso y anonadado silencio, incluso habían dejado de masticar las empanadas seguí leyendo. Admito que me llamó la atención que algunos tenían la boca abierta con la empanada adentro y no masticaban, pero era mi moento de gloria, así que entregué por completo a él:
Bebo un sorbo dulce y también ácido y camino hasta el escritorio. Hola Felipe digo; no recibo respuesta. Es raro el momento del saludo, siempre espero que alguna vez Felipe me conteste. Mientras apoyo el vaso donde la madera ha quedado irremediablemente marcada por sucesivos vasos asentados al descuido, siento esa ligera inquietud del que espera.
Camino por la habitación, me muevo como un gato o como una serpiernte, comienzo mi historia retardando las palabras dentro de mi boca, tocándolas enredándolas en mi lengua. Mi voz es un susurro caliente que se dirige hacia Felipe: “Hacía calor. Mucho calor. Era esa hora antes del atardecer, esa hora en que a uno se le aflojan las piernas y se le embota la mente. Él estaba sentado sobre unas rocas planas con las piernas colgando. El agua, al golpear contra el acantilado no llegaba a mojarlo, pero refrescaba el aire. Tenía la vista fija en alguna una lejanía interior. No vio que me acercaba. Yo caminaba por la playa con el pareo sujeto a la cadera. El viento levantaba la tela leve, levísima, dejando ver mis piernas muy tostadas a esa altura del verano. La piel de él también estaba tostada, era un tostado color chocolate, era brillante y oscuro, intenso. Algo en el color, en la textura que se adivinaba en el color me excitó. Esperé que girara la cabeza hacia mí pero no lo hizo, seguía empecinado en mirar el mar, no el mar que mojaba mis pies sino algún otro mar, que yo no podía ver. No podía dejar de mirarlo. El cabello gris, los músculos que podía advertirse habían sido trabajados por años, bajo la piel que comenzaba a aflojarse delatando la edad. Entonces, cuando menos lo esperaba, cuando estaba parada al pie de las enormes rocas que se superponían formando una elevación que apenas sobrepasaba mi estatura, me miró. Tenía los ojos blancos, fue en ese momento que vi el bastón junto a él. “:
Había dejado de moverme, de caminar alrededor del escritorio de escrutar la biblioteca rozando los libros con delicadeza, deteniéndome en los lomos, recorriéndolos con movimientos ascendentes, descendentes, con la mirada vuelta hacia Felipe. Acaricio los libros, miro a Felipe, imagino que puedo ver sus ojos y que puedo penetrarlos con mi mirada. Mi lengua roza un lomo gris con filigranas doradas. La luz irreal lo delata: Felipe está comiéndose las uñas. Me entretengo hojeando un volumen con olor a rancio. Le describo la playa del relato, las montañas, la arena gruesa, el agua verde y espumosa en la costa.

Justo ahí el presidente de la Delegación de Hermandades Americanas de Escritores y Escritoras Santotomesinos Sucursal Santo Tomé se atragantó y todos corrieron en bandada a yudarlo algunos le pegaban en la espalda otros le levantaban los brazos otros le apretaban el estómago, hasta que ocurrió el desastre: el replgue saltó enterito sobre la mesa. Lástima porque venía lo mejor.
Por suerte en el correo tengo una invitación a unirme a la Delegación Santo Tomé de Asociación Mundial de Escritores y Escritoras de Habla Hispana y otra para unirme a lo Escritores y Escritoras Argentinos en el mundo  por la paz y la rima pareada, otra de la Sociedad Internacioal Filial Santo Tomé de las Artes, los deportes y las ciencias (no ocultas), así que sin lugar donde leer no me voy quedar.

Me echaron

Los de Congregación Americana de Escritores delegación Santo Tomé, me inviraron gentilmente a retirarme del grupo  Yo no los entiendo, ¿dónde está la libertad de expresión creativa?
Resulta que entre empanada y empanada el día de café literairio en la chopería Santo Tomé,  donde la Confederación am. de escrit. se reunió esa semana, se me dio por leer una parrafada de mi novela erótica, esa en la que estoy trabajando mientras sigo esperando que me venga el sentimiento de sentirme escritora del que me hablaron en el curso del verano, a propósito, ahora que lo pienso nadie me explicó qué se siente cuál es el sentimiento cómo se manifiesta, a lo mejor ya lo tengo y no me di cuenta; como sea, ese día me cuidé muy bien de comerme la empanada hasta que no pasara mi turno en la lectura. En la Hermandad Am. de Escrit/ras.   leemos, acá debería decir leen porque yo ya no leo y no por voluntad propia, y la cosa es más o menos así: el mozo tre las empanadas, con cerveza o gaseosa ligth eso es a elección, después empezamos (previo sorteo para ver quién va primero) la lectura. De ahí y en el sentido inverso  a las agujas del reloj nos vamos levantando y leyendo, siempre y cuando no estemos justo masticando la esmpanada,  en cuyo caso le cedemos el lugar al excritor/ a del  al lado; eso nos da tiempo a terminar la mastiación e incluso bajarla con traguito de cervez. Lo que pasó fue que yo ni loca aunque tenía unas ganas bárbaras me comía la empanada,  para no empastarme la boca, poque esa semana me había decidido y finalmente iba a leer. Leer mi novela aerótica ¿qué si no?
Cuando llegó mi turno mi compañero de la Soc. Am. de Escr. y Escr. Santotomesinos que estaba a mi lado  del lado inverso a las agujas del reloja se levantó ¡me saltaron! ¡me saltaron! y yo que había dejado que se enfiara la empanada no lo podía permitir así que me levanté a su vez y antes de que mi compñero abriera la boca empecé:
Angie

Camino por una vereda céntrica. Me espera un cliente. Es un cliente fácil, me refiero a que es fácil de complacer. Soy Ana, pero no para todos. Soy Ana para mamá, para Octavio, para Luz; para los clientes soy Angie.
Hay algo en ese nombre: Angie; algo que gusta. No parece verdadero eso da tranquilidad a los clientes. Las mujeres de mi edad no se llaman Angie, se llaman Carolina, Claudia o Susana, a lo sumo Graciela, nunca Angie. Si el nombre de una acompañante es Ángela o Angélica nunca usa Angie con un cliente, usa Monique, o Lizeth o Adéle. Las acompañantes prefieren los nombres franceses porque que para pronunciarlos hay que poner trompita, entreabrir la boca y mover la lengua dentro como si saborearas algo exquisito; además combinan bien con las caídas de ojos, las voces sensuales, y son capaces de provocar una erección con solo soplarlos en la oreja.
Lo que me atrajo de Angie es que da falso, da ángel, da jovencita -perversa- y porque se acerca mucho al mío y eso da peligro; el peligro siempre me ha producido cosquillas en el estómago y eso me gusta, por eso lo busco, por eso lo encuentro.
Volviendo a la vereda por la que camino hasta el edificio de departamentos de la otra cuadra, al cliente de hoy que es fácil: se llama Felipe y es director de escuela, jubilado, también es viudo.
Felipe no tiene hijos, ni amigos, ni siquiera compañeros del club de bochas o del club de pesca o del Centro de Jubilados; solo tiene un gato que desde que lo castró hace vida de perro; y me tiene a mí. Me parece que también tiene una sobrina que lo visita de vez en cuando, pero no estoy segura a lo mejor esa sobrina es otra fantasía, como yo que soy la fantasía del primer y el tercer miércoles del mes.
Hoy es primer miércoles del mes y casualmente Felipe cumple setenta y tres años. Es la primera vez en cuatro años que el cumpleaños de Felipe cae un miércoles en que yo vengo a ser su fantasía. El año pasado un tercer miércoles de mes coincidió con mi cumpleaños, pero Felipe no se enteró y no hubiera hecho diferencia que se enterara. Pero hoy es su cumpleaños así que tengo para él algo especial. Una historia especial.
Felipe le tiene un miedo mortal al contacto físico, a los olores, las texturas, las humedades y al HIV.
Felipe es un regular, así llamo a los que se quedan, quiero decir que se quedan conmigo después de la primera vez que contratan mis servicios.
Los regulares me eligen, me prefieren y me llaman a intervalos regulares de tiempo.
Al principio Felipe me llamaba una vez a la semana, después espació los encuentros cada diez días. Hace dos años que fijó los miércoles, el primero y el tercero del mes, un lapso invariable de catorce días entre un encuentro y otro, aunque el mundo amenace venirse abajo.
Presiono el portero eléctrico, no digo, ni siquiera pienso el piso ni el número del departamento, cuestión de discreción profesional. Cuestión de códigos como se dice ahora, no tengo la menor idea de qué código hablan pero queda bien decirlo así: yo no hablo es cuestión de código.
Con Felipe sí que tenemos un código: cuatro timbrazos cortísimos. Yo presiono el timbre y e inmediatamente, sin mediar cinco segundos, escucho la chicharra que indica que la puerta del edificio cederá si empujo, entonces empujo y la puerta de vidrio cede.
Ya dije que vengo a esta calle, a este edificio bajo y viejo desde hace cuatro años; todavía no me acostumbro a que ocurra, me paro frente al portero eléctrico y leo, no sé por qué siempre leo el nombre de mi cliente, después presiono el timbre, siempre dudo un instante, siempre espero que a los cuatro timbrazos cortísimos siga un silencio y después la chicharra pero no, eso nunca pasa. Me pregunto desde qué hora esperará. Digo, porque mi primera tarea es sorprenderlo, puedo llegar cuando me plazca, así que cambio el horario para divertirme, para crearle expectativa, para pescarlo lejos del portero eléctrico, tal vez en el baño ¿Se comerá las uñas mientras espera? Siempre está comiéndose las uñas ¿Esperará parado, apoyado en la pared de la cocina entre al teléfono interno y el horno microondas? ¿Tendrá horno de microondas?
Me miro en el espejo del recibidor, me veo bien, me arreglo el pelo, las medias dan una tonalidad más oscura a la piel de mis piernas, me gusta, me gustan las pieles oscuras, prefiero los hombres con pieles oscuras.
Me perfumo y sigo camino hacia el ascensor, pienso en la historia que le contaré hoy. Al principio, cuando contar historias era una novedad y pensaba que serían solo una etapa, la primera, de este contrato, me resultaba sencillo inventarlas. Por lo general improvisaba algo entre la planta baja y el piso al que ahora subo, pero después del primer año empecé a escribirlas, y después a corregirlas, y después a repasarlas para actuarlas lo mejor posible. Así fue como me enganché con el grupo de teatro. Por necesidad profesional podría decirse. Como con cualquier negocio en el mío hay que invertir para ganar.
El departamento de Felipe huele a jabón blanco, es un olor mitad a limpio, mitad a grasa. No es nada agradable así que vuelvo a perfumarme antes de entrar, perfumo mi cabello, rocío mis dedos y perfumo mi nariz, aspiro hondo. Los perfumes me encantan, los colecciono. Tengo incontables frascos de múltiples formas que disfruto de una forma inexplicable. Los abro y dejo que el líquido se derrame sobre mi cuello justo detrás de la oreja, lo siento resbalar, recorrer, untar la piel formando hilos se abren una y otra vez hasta formar una red brillante que sobre el pecho, sobre y los senos.
Felipe abre la puerta, ahora que lo pienso nunca he pasado de esta habitación en la que ahora me encuentro, es una sala de estar un tanto cargada, los colores son viejos, los olores son viejos. Los pisos están opacos, las cortinas son de un género que ya nadie usa, los sillones parecen no haber sido renovados nunca, tienen el tapizado gastado y están separados uno del otro por una lámpara de pie; también hay un escritorio, una biblioteca y una mecedora. Todo está muy ordenado y absolutamente limpio, como siempre.
Felipe lleva la mecedora cerca del balcón, la coloca de espaldas a la ventana por donde entra una luz segadora, y se sienta. Aunque sé que él está allí no puedo verlo solo puedo distinguir su silueta. Silueta de Felipe más silueta de mecedora: en conjunto una sombra líquida y monstruosa.
Sé que él tiene todos los sentidos alertas, puestos en mí, en mis piernas, mis pechos, mis caderas, mi pelo que ahora llevo suelto y perfuma el aire de la habitación cuando muevo la cabeza. Lo hago cuando paso cerca de él, tan cerca que puedo escuchar su respiración, a veces tranquila, otras agitada. La respiración lo delata y me avisa. Me informa sobre su cuerpo. Sobre la tirantez en la garganta, la arritmia en el pulso de las sienes.
Y seguí leyendo...

sábado, 2 de julio de 2011

Casarse después de los curenta IV

Mi prima la Vero se casó otra vez y a los cuarenta, la fiesta fue bien sencilla, con un puñado de parientes, de los que viven cerca los que van quedando, y el cura, que pasó por alto lo de la broma del beso y se apareció a comer.
Fue este un casamiento no con dos colas sino con dos tortas porque la envidiosa de mi hermana la soltera se pareció con una mas alta que la que yo hice pero no tan emountillada de azúcar, tampoco tenía los novios de porcelana paraditos sobre un campito de flores. Y mi prima que se había animado a reincidir en el matrimonio, bailó un vals, que  le llevamos a escondidas y repartió ligas y todo venía bien hasta llamó a mi herna para ponerla azul que como todo el mundo sabe se le da a la solterona más deseperada. Yo me reí y madre y mi hermana hace diez días que no me hablan.
   De la fiesta quedó, como de todas las fiestas, algunos restos, esos recuerdos que uno guarda en cajones, la parejita de novios, un puñadito de fotos -las que sacó la vecina parque las que me sacó mi hermana están fuera de foco, la piba hacía foco en el santito de la pared y a los novios los sacó borroneados en todas-, la hebilla a la que le habíamos  pegado perlita por perlita hasta quedarnos sin ojos y   un pimpollo de rosa y amarillo que sobrevivió al ramo. 

Casarse después de los cuarenta III


Mi prima preferida se casó y yo la ayudé con los preparativos, con las flores y el vestido y la torta, pero ahora que lo pienso antes debería hablar de su primer matrimonio pero sería largo y trágico y como buena Cuenca que es le escapa a las tragedias todo lo que puede así  que baste decir que duró diez años y que cuando se fue lo único que llevaba entre las manos era las manos de sus dos hijos.
Volviendo al casamiento, en fin ...los sí quiero, el beso -acá tengo que decir que el cura se olvidó pero mi prima se lo recordó yo escuché clarito la Vero se le planto y le dijo "¿Y el beso? Yo vine por lo del beso". Lo que le contestó el cura no lo escuché y ella tampoco porque estaba besando al flamante nuevo marido- entretanto ... los lagrimones, un par de aplausos y después la caminata en la alfombra roja de la Iglesia, el arroz, el ramo y el cura que nos cerró la puerta en culo porque se tenía que ir  corriendo Dio sabrá a dónde. 
Al rato vino la fiesta, ellos  no querían fiesta, porque no, porque eran viejos, porque hacer una fiesta es un lío, porque no querían poner a la gente en compromiso, pero.... los Cuenca empezaron a organizarse, los tíos se ofrecían a encontrar el local, las tías a decorar, las primas a hacer la torta y los primos sugerían que lo mejor era reservar lugar en un restaurante para ir a la salida de la Iglesia, y que nos quedáramos tranquilos que ellos se iban a ocupar de todo. Entonces no les quedó otra que organizar algo, algo sencillito; no a lo Cuenca como el casamiento de mi hermano el menor, que lo organizó todito mi viejo y ni la novia pudo opinar, si hasta estuvo a punto de elegirle el vestido.
Por esa época padre trabajaba como funcionario municipal y como no le alcanzaba con organizar el tránsito de la ciudad, proyectar la centralización del trámite para obtener el carné de conducir, diseñar el nuevo sentido de circulación de las calles y decirle a mamá qué tenía que cocinar (y cómo) todos los  días, se puso a la cabeza y a la retaguardia del casamiento de mi hermano. Padre planeaba, se hablaba, se preguntaba, se contestaba, hacía participar a la novia sólo para decirle que "a-sí no!" y  estaba convencido de que iba a hacer el mejor casamiento del que Santo Tomé tuviera memoria. Entretanto mi cuñada le ponía las quejas  a mi hermano, la madre de mi cuñada cosía siete metros cola hecha con hileras de vuelitos de quince centímetros de ancho, unos superpuestos sobre otro, una divinura. Definitivamente, esa cola fue lo mejor del casamiento, que comenzó con la entrada de la novia escoltada por dos hileras de colectiveros derechitos con sus unifromes impecables porque mi hermano el menor es colectivero. Mi hermano quería ser militar pero padre se opuso; mi hermano se fue igual al Colegio Militar pero al año lo echaron por llevarse materias, de eso me acuerdo bien porque él estaba desolado. Yo lo había visto estudiar por primera vez en la vida preparándose para el examen de ingreso y para dar una manito hice una promesa, a cambio del aprobado: me fui a Guadalupe ida y vuelta en no me acuerdo qué tiempo record... a lo Cuenca, así que me distendí no sé que en la pantorrilla y me pasé seis meses  calzada únicamente con zapatillas lo que para mí que tenía veinte años y me creía, no sólo una mujer, sino además una mujer elegante era una tragedia. En fin... yo hice seis meses de quinesioterapia y  El Nene entró al Colegio Militar.  La Virgen mi cumplió no se puede negar la que hizo al el pedido fui yo.
Volviendo al casamiento de mi hermano el menor; hasta ahí, hasta la entrada de la novia todo bien, porque después, mi hija que tenía tres años  empezó a correr por la Iglesia cantando a los gritos el payaso plin plin y fue ahí que comenzó el casamiento a lo Cuenca, que después de pasar por la comisaría porque un grupo de parientes chocó en la esquina de Libertad y Sarmiento contra otro grupo de parientes pero de otro casamiento, y juro que yo no era la que manejaba, terminó conmigo llorando mientras miraba televisión en casa porque ese día, la niña de la gran imaginación, estaba parada de milagro porque, nunca, nunca jamás, hasta el día anterior había estornudado siquiera, pero ese día, el día del civil, empezó a estar rara y resultó que se enfermó, con tres años se enfermó por primera vez y hacía picos de fiebre de cuarenta grados y tosía y escupía y echaba mocos.    Antes de ir a la Iglesia le dimos con madre el descongestivo el antibiótico el antifebril y el jarabe para la tos, lo cual hizo que se aguantara la ceremonia, claro que algunos todavía piensan que la intoxiqué cuando se acuerdan del asunto de del payaso plin plin, ¡calumnias!; lo cierto es que no se aguantó la fiesta, así que en mitad de la cena me tuve que volver a casa. A propósito nadie tuvo la decencia de guardarme un pedacito de torta.

Casarse después de los cuarenta II

Mi prima preferida la Vero se casa -por segunda vez y después de los cuarenta- y esta vez se casa por Iglesia así que el Rube está chocho porque no se va a morir sin entrar a la Iglesia del pueblo con una de las hijas vestida de novia y del brazo que es lo único que lo preocupa desde que e jubió hace veinte años. Igual que me a viejo solo que aél no se cumplío se murió suin que se le cumpliera porque mi hermana la casada no está casada está a palomada y yo elegí el civil solo el civil por cuestiones en fin los ex dejan muchas cuestiones ...Desíc que padre se murió pero antes, antes  agonizó ¡Qué días!... las tías llamando a cada rato, mamá que no quería estar en el momento en que “se cortara”, mi hermano el menor que quería que le siguieran metiendo sangre a toda costa aunque el viejo la largaba ni bien se la ponían. Yo, que le sostenía la mano y le decía que no tuviera miedo que yo se la tenía hasta que pasase al otro lado, que San no me acuerdo cual, que también estaba ahí, no lo iba a dejar solo. Es que padre le tenía miedo a morirse, siempre le tuvo miedo a morirse y a que lo enterraran vivo, eso era una obsesión que lo atormentaba bastante así que pidió que lo cremáramos. Pero antes de eso, cuando después de abrirlo y cerrarlo y llevarlo a la sala, yo entré como si nada, como si no me hubiese reprochado mi relación con el de la barba, como si nunca me hubiese dicho lo que me dijo, y le pregunté si no quería que le hiciera un masaje en los pies, que si no le dolían y él me dijo que sí; y al rato, cuando madre me dijo dejá que yo sigo, y él le contestó no dejá que ella sabe; en ese momento, mucho antes de ver cómo lo subían al horno crematorio, en ese momento, supe que siempre, que igual, lo había querido, y más importante que eso, supe que él, me había querido también.
Después vino el entierro con cura y clarín porque a mí se me dio por buscar un militar retirado para que diera el toque de clarín porque padre había sido militar y porque era un sanmartiniano a muerte; y aunque supongo que nadie estuvo de acuerdo y que hasta les habrá parecido ridículo porque padre hacía como veinte años que se había retirado y ni él se acordaba de que había sido militar, ninguno se opuso, ni me dijo, ni siquiera insinuó nada, lo cual demuestra que deben quererme mucho.  Claro que lo del entierro fue después de viajar desde Santo Tomé a La Paz, porque padre había nacido en La paz y allí estaban sus hermanos y allí hizo construir el panteón familiar y ahí lo llevamos. Después lo fuimos a buscar pero esa es otra historia. Lo cierto es que después de las correspondientes deliberaciones democráticas familiares decidimos que ese era el  mejor lugar porque en el cementerio de Santo Tomé iba a estar solo y además se inunda, así que para enterrarlo viajamo, pero a eso ya lo conté.

Casarse después de los cuarenta

Casarse después de los cuarenta es algo que pocos hacen porque después de los cuarenta “uno ya está hecho”, decía padre.
Mi prima la Vero se casa -otra vez y con más de cuarenta-, pero antes. Este asunto de que alguien de el gran paso por segunda vez, me puso a pensar y concluí que los cuarenta son como una puerta hacia el resto de nuestra vida y que esto no pasa inadvertido a nadie, aunque no todos reaccionan igual; los menos perceptivos concluyen que esa revolución interior se debe a  una cuestión de imagen; entonces piden citas con el cirujano plástico y se hacen lolas nuevas, si son mujeres, bueno en su mayoría son mujeres, o se implantan una peluca pelo por pelo si son hombres. Los más perceptivos, neuróticos que le dicen, se avivan; se avivan de que la muerte es eso que se detecta a partir de los cuarenta, antes, la muerte, es la muerte de los demás.
   Lamentablemente pertenezco al segundo grupo, debe ser por eso que después de los cuarenta a mí se me dio por dejar huella, empecé haciendo un balance y como pintaba pérdida decidí hacer un recorrido por lo que, estaba convencida, había sido mi vida, en busca del momento en que había hecho la inversión incorrecta ¿quién si no yo iba a saber acerca de eso?; y empecé, empecé a hablar, a hablar y hablar, hasta que mis hijos me mandaron allí donde mandan los hijos cuando uno habla, por suete tengo el blog y a los de la Congregación Americana de escritores delegación Santo Tomé.
Así que me puse a escribir en un cuadrnito para leer, yo también en las reuniones de la Asos. Am. de Escr. deleg. S.T.   y empecé por mi afortunado nacimiento bajos los afortunados signos zodiacales que ya conocen. Pero nada de eso se me dio, ni la fortuna por ser de acuario, ni lo de divertirse siendo infiel como la cabra, ni lo de elevarse como el condenado halcón; más bien me la pasé más cerca del piso que muchos. Y eso fue por elegir mal, por elegir mal la familia no, porque la familia no se elige, sino por elegir mal el marido, pero a eso lo dejo para más adelante porque la familia está antes, antes en  orden cronológico porque cuando uno nace, ahí cae, ahí entra, ahí lo esperan.
A la familia ya la conocen también . No fue fácil conciliar con esta familia pero se pudo. Ahora que lo pienso no fue para tanto, aunque hubo momentos en que parecía que no había forma de llevarse bien, como cuando  padre  enfermó. El primero en estar enojado y con razón fue él. Cómo no iba a estar enojado si se iba a morir y para colmo lo sabía, sólo faltó que le tatuaran la fecha en la frente. La segunda en orden de intensidad de enojo era madre porque era quien más cerca de padre estaba y por lo tanto la que lo pasaba peor; después, mi hermano el mayor, porque se había empeñado tanto en decirle al viejo se iba a curar que aunque no logró engañarlo ni un sólo día terminó creyéndoselo él; atrás de él  venía yo que andaba peleada con mi viejo, pasando uno de esos períodos sin hablarnos. Es que después de  cinco años de separada del padre de mis hijos había cometido el pecado de meterme con un tipo y el tipo a padre no le gustaba porque tenía barba, y porque, según él,  no tenía dónde caerse muerto, en ese orden. Pero en mi familia las peleas y enojos nunca han alcanzado para separarnos cuando hace falta amucharse así que, con las cosas como estaban, pasábamos la mayor parte del tiempo juntos aunque fuera para pelear hasta que, después de varios análisis sin saber bien qué pasaba,  a padre lo abrieron, lo miraron,  lo cerraron y salieron al pasillo del sanatorio donde estábamos esperando y cuando les preguntamos cómo seguía la cosa, nos dijeron  que nos fuéramos a rezar. Ahí dejamos de discutir y como corresponde nos comportamos  como gente civilizada todo el tiempo que fue posible, es decir hasta que empezaron a caer los parientes, vinieron hasta los parientes que hacía veinte años que no veíamos. Entraban a la casa y ponían cara de acá no pasa nada, para que padre no se de cuenta, supongo, y ni bien el viejo se retiraba a descansar, no porque estuviera cansado sino porque no aguantaba más el teatro, se largaban a llorar en nuestros hombros como Magdalenas. Padre duró menos que el canto del gallo, pero no sufrió, y eso nos sirvió de pobre consuelo cuando, como a padre le gustaba mucho el espectáculo, eligió para morirse el día del padre que de yapa, ese año coincidió con el día de la bandera. No hubo quien no hablara del simbolismo porque el viejo había sido militar y era un sanmartiniano a muerte, a muerte del que se atreviera a tocarle a San Martín.    

viernes, 1 de julio de 2011

Inicio de clases

Empezaron las clases y empezaron las idas y vueltas a llevar y traer a los colegios, a gimnasia, a inglés, a la casa de fulanito para el práctico de ciencias.
Empezaron las clases y empezaron los "por favor ¿me ayudás con esto? Me ayudás con esto quiere decir: haceme la tarea o el trabajo práctico o etudiá por mí y después me contás, así que estoy otra vez en el segundo y en el quinto del secundario.
Empezaron las clases y empezaron los mangazos diarios para  libros,  fotocopias,  meriendas, los almuerzos porque no llegan para después volver a gimnasia y los me llevo que son los que más se llevan.

Empezaron las clases y terminó el curso de escritura no aprendí un carajo y para colmo no me vino el sentimiento así que fui la única que se fue sin ser escritora. Menos mal que pertenezco a la Organización Americana de escritores delegación Santo Tomé, ahí no hay que sentirse escritor para ser escritor ni siquiera hay que leer a los escritores consagrados, es más no hace falta escribir, solo hay que pagar la cuota y aplaudir entre empanada y empanada en los cafés literarios que se llaman cafés pero deberían llamarse almuerzos o cenas o por lo menos tentempié.

Con las clases empezadas tengo tiempo. Si dejo la casa desordenada y no hago los mandados y no le llevo el apunte a Remedios, tengo tiempo, así que estuve pensando en mi novela erótica, por ahora pensando nada más, bueno nada más no, también me estuve riendo mientras pensaba.

martes, 19 de abril de 2011

...al final resultó que sí bailaba

Con la Micha le dimos duro a los mates y a los criollitos (que son unos bizcochos cuadrados hojaldrados y grasosos que van bien con el mate. Comerlos es una de las cosas que las gordas podemos hacer y las flacas no)
...y seguimos pasando fotos y viendo bien de cerca resulta que nos acordamos (y acá las versiones coincidieron) de que además de no tener candidato para novio ni siquiera para beso y lo peor: eso era masivamente conocido, el asunto me convirtió en  la cuida novios oficial de la escuela, si hasta la Micha me encargó una vez al de ella.
Resulta que las chicas de aquellos años salían una vez al mes y muy de mes en mes, había uno en que les permitían dos salidas, eso si eran decentes, si no, digo, si no salían solo y únicamente una vez al mes a bailar,  eran indecentes. Así como lo cuento; en los ochenta y acá en chacra, la decencia era indirectamente proporcional con las salidas al baile.
Volviendo a mi trabajo de cuida novios era más o menos así: cuando ocurría que a una chica conocida no le tocaba la salida y justo a mí sí, entonces no tenía mejor idea que encargarme el novio y el pobre pibe planchaba o bailaba conmigo, con na-die-más; y lo más graciosos es que "hacía caso".
Ni bien nos acordamos, la Micha se levantó a ensillar el mate y me dijo ¿Viste, viste que sí bailabas? ...y sí en esos casos bailaba...

Volviendo al baile de la primavera: yo planchaba; la Micha lloraba.
No llorés Micha no es tan grave que todos los chicos quieran ser tus nvios y se tiren encima peor es que no se te tiren creéme
A vos te quieren, a mi no, todos quieren ser tus amigos todos todos todos Buaaa!!!!!
Bueno siempre puede haber alguno que quiera otra cosa tampoco exagerés
El asunto era que dos amigos  se le habían tirado un tras otro y ella estaba toda desconsolada dentro de su vestido que destacaba sus curvas, con esa catarata de  pelo negro cayéndole hasta la mitad de la espalda y los ojazos amarillos re lindos iluminados por las luces de los globos giratorios, mientras yo no sabía si me había quedado o no chingueada la pollera después de habérmela enoroscado en la cintura para que no me quedara "a media pierna" como la que usaba Remedios para ir a misa.
Al final pasaron la movidas pasaron los lentos volvieron las movidas, anunciaron la última canción, prendieron las luces y la Micha y yo llorábamos al fresco en el patio, una por mucho, otra por poco, pero juntas como hacemos todo las mujeres cuando estamos en la secundaria.

lunes, 18 de abril de 2011

Viejas amigas, amigas viejas

Hoy me visitó una vieja amiga. Estuvimos mirando fotografías de cuando éramos jóvenes y flacas, sobre todo flacas. Nos reímos un montón de la ropa, de los cortes de pelo y de las piernas como palos de escoba (es decir las mías). También recordamos cosas compartidas como salidas, bailes y la emoción de tener novios. Es sorprendente cómo la gente recuerda una cosa compartida de modo total y digo "totalmente" diferente.
Resulta que para ella yo era linda y simpática y todos me querían y para mí,  yo tenía forma de paquete de yerba, era tonta y nadie quería ser mi novio. Así, tal cual, NADIE, ningún chico quería ser novio mío; todos querían ser mis amigos. Así que había terminado el segundo año de la secundaria y era la única que no había besado nada que no fuera la almohada para practicar cosa que no recomiendo. Debe ser de esa época que me quedó una especie de repulsión, algo como un escozor -parecido al que siente cuando la tiza se parte y la uña raspa la pizarra-, si una tela roza mi boca o mis dientes.
De mi amiga voy a decir que yo la llamaba Micha, que era como la llamaba su hermano mayor, por sus ojos amarillos y supongo también, que por su cuerpo lleno de curvas que se movía así como se mueven los cuerpos llenos de curvas. Teníamos catorce y ella tenía cuerpo de mujer, ¿ya dije que yo era un paquete de yerba?. Yo era chata y rectangular.
Cuando llegó el verano, llegó mi fiesta de quince, madre me compró un vestido rectangular para que  resaltara perfectamente mi cuerpo rectangular. Yo empecé a mandar las invitaciones, por suerte todos sabían que la Micha era mi amiga, mi mejor amiga, entonces cuando mi papá me dijo: "nena te faltan chicos para la fiesta, conseguí porque si no las chicas no van a tener con quién bailar", yo mandé a la Micha a llevar la tarjetita de invitación a todos los que querían ser novios de ella y junté los varones que necesitaba.
Como decía, la Micha era una chica vistosa, curvilínea (en los ochenta se usaban así los cuerpos) tenía el pelo larguísimo, una mata enrulada que era como una nube negra que iba por detrás de ellas cuando andaba, ondulante, por la calle (en los ochenta se usaban los rulos no como ahora que tenemos todas pelo de planchita), así que la Micha era una chica deseada; yo, ni por asomo. Para colmo, madre me vestía con ropa que hacía ella: unas polleras de tablón encontrado que me llegaban por debajo de la rodilla, sí, como las que usan las monjas, solo que las mías eran bordó, lindo color. Completaba el vestuario una blusita (blanca) de mangas farolito y medias tres cuarto, porque lo que único que tenía para ponerme en los pies eran los zapatos de la escuela así que me los ponía con las medias de la escuela.
Demás está decir que cuando andábamos por la calle, los chicos solo miraban a la Micha y que además silbaban y le gritaban cosas cuando ella pasaba. 
En una ocasión escuchamos "chau linda" y como el piropo no fe dirigido para nadie, Micha me dice "Es para vos, mirá" Yo la miré  y puse cara de "Gracias amiga por tu generosidad", y después miré en dirección al grito que había sido seguido por unos silbidos. ¿Lo que pasó?: el pibe, cuando vio que fui yo la que dio vuelta la cabeza gritó: a la de rojo!!!, que por supuesto era la Micha, porque yo iba con la pollera bordó y la blusita blanca de mangas farolito.
Todos los chicos querían ser novios de la Micha y como yo era su mejor amiga, todos eran amigos míos para estar cerca de ella. Así que yo tenía un montón de amigos ( al que piense siquiera una broma con la letra de la canción de Roberto Carlos, le echo una maldición para que se la caiga la lengua).

La madre de la Micha me adoraba porque según ella yo era la única amiga que tenía su hija que era menos inteligente y más fea y que no le tenía envidia.
Mi madre y la abuela Cata -que por entonces no tenía problemas de irrigación así que todavía era prejuiciosa-, odiaban a Micha porque según ellas, como era linda seguro era "ligera de cascos". Además la abuela Cata odiaba los rulos porque dice que son peinado de "negros". La abuela Cata era un poquitito racista pero poquito y no por maldad, sino por sentido común, según decía, pero eso era antes de que dejara de irrigarle.
Estaba yo en esos maravillosos recuerdos de adolecencia, riéndome hasta las lágrimas, cuando apareció la foto del baile de la primavera: Micha una reina, yo la madrastra. En fin , allá fuimos al baile. Pero antes de los sucesos del baile del día de la primavera, habría que decir que en los bailes que organizaba la escuela yo me la pasaba planchando -así se decía cuando no se bailaba- porque ningún chico quería ser mi novio ninguno quería besarme siquiera, así que para qué carajos me iban a sacar a bailar ¿¡Eh!?, ¿para qué? No me sacaban a bailar ni en los lentos, ni siquiera en casos de emergencia, es decir cuando ponían uno de esos lentos que hicieron furor en los ochenta y que cuando empezaban a sonar empujaban hasta  a la pista hasta los rengos.
Era espantoso. Todos chapando y yo mirando el reloj para disimular mientras esos pibes que nunca nunca nunca bailan se reían de mí a mis espaldas. Eso si tenía suerte, si no, se iban turnando para sacarme a bailar porque seguro habían apostado algo, así que por las dudas, yo no aceptaba a ninguno.
Volviendo al baile de la primavera, resulta que coincidió con el baile de inauguración del gimnasio techado de la escuela y como no puedo seguir escribiendo ahora lo dejo para cuando pueda.

viernes, 15 de abril de 2011

La hora irreal

Las mujeres hacemos cosas raras a las seis de la mañana. Cosas como probar un nuevo maquillaje, teñirnos el pelo o llorar. 
Si la cosa viene de autocastigo inconciente, que no es lo mismo que inconciente autocastigo, seguro nos cortamos el pelo...y  lloramos después.
   Ni clara ni oscura, incapacitada para decidirse a pertenecer al día o a la noche, las seis es la hora de las confesiones, no solo  ante el inevitable espejo del baño sino ante el otro, ese, que insiste en ensancharnos y que después del segundo embarazo probablemente hayamos mudado de nuestra habitación a la de los chicos o al cuartito de planchado, que, también después del segundo hijo, pisamos a las apuradas medio dormidas, a medio vestir, o escuchando la tabla del nueve, porque, si existe algo seguro después del segundo hijo, ese algo es que una no puede estar sola ni cuando se ducha (última y a las apuradas), mucho menos en el cuartito de planchar, que probablemente a esa altura haya sido rebautizado con el pintoresco nombre:  el cuartito de los cachivaches del fondo. Cachivaches que  van desde el moisés, el coche, el corralito, el andador, el bebesit,  las cajas de la ropita de cuando los chicos eran bebés, la caja con dientecitos de leche –que no se llevó el ratón Pérez-, la caja de los autitos, la caja de los peluches -que es la más grande, genralmete de televisor-, la caja la de las muñecas, la de los rompecabezas, ladrillitos y otras monstruosidades didácticas, la caja de los cuadernos de cuando aprendieron a dibujar, de cuando aprendieron a escribir, de cuando aprendieron inglés, de cuando entraron a la secundaria, de cuando... En fin, todo clasificado, ordenado  y etiquetado, hasta la olla a presión que la tía abuela nos regaló para el casamiento, que no usaremos nunca, pero que guardaremos veinte o treinta años antes de decidirnos a regalarla porque tirarla... ¡Jamás!
  
   Las seis: la hora irreal. En realidad los quince minutos irreales, porque a las seis y cuarto suena el despertador y empieza, bueno, todo eso que empieza y dura todo el día.