Divorciada, madre y para completar: ¡hija, hermana y cuñada!


Desconcertada, con el tiempo del mundo en sus manos... y nadie a quien contarle.




miércoles, 14 de septiembre de 2011

Beatriz en terapia II

Estoy despierta

Estoy despierta Mabel y te veo medio rara te veo pero te veo, agradecé que no puedo hablar Mabel, y no le apoyés la manito en  el pecho al enfermera, esa manito perfecta que tenés Mabel, la tenés igualita que cuando éramos chicas, claro si desde que me acuerdo que la metés al agua  únicamente para lavarte la cara.  Te estoy viendo, estaré sedada veo clarito; estoy viendo esas uñas puntiagudas de los ochenta que todavía usás sobre el ambo del enfermero.
Sacá la mano de ahí Mabel que si te ve el Lucho se arma.
—Vaya, vaya señora, así entra otro familiar que ustedes son muchos.
Muchos no, los Cuenca somos una multitud,  y me parece que están todos afuera y si no escucho mal, otra vez se están peleando. ¡Desenchufen ese aparto que  me quiero ir! Me quiero ir a ver el túnel y la famosa luz blanca.   Me quiero ir como la tía Negra cuando se murió un ratito, así yo también tengo algo para contar en los cumpleaños.
­   Dale Mabel, dejá de llorarme sobre el respirador que me vas a mojar los  pulmones.
—Chau Beatriz, recuperate que te estamos esperando, el Lucho te espera para que le hagás el tuco.
¡Andá a limarte las uñas Mabel!

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