Divorciada, madre y para completar: ¡hija, hermana y cuñada!


Desconcertada, con el tiempo del mundo en sus manos... y nadie a quien contarle.




lunes, 12 de septiembre de 2011

Ferias, libros, escritores y presentaciones

Con la dragón durmiendo, después de la salida del sábado -salida + alcohol, se entiende-, y el pibe enamorado, rondando la casa de su amada -que tiene 14, es decir un año más que él, y a quien le tuve que comprar un regalito de cumpleaños- decidí darme una vueltecita por la feria de libro para ver como pintaba y de paso alejarme unas horas de la Cata y Remedios y su  misa obligatoria de la tardecita del domingo.
Y la feria pintaba que había poca gente y  poco expositores y pocas presentaciones.
Llegué, debo decir, que relajada, hasta diría que feliz, y enfilé derechito hacia la presentación que no se anunciaba en ningún lado pero que concluí que ocurriría viendo el pequeño amontonamiento que se producía en una salita muy blanca y muy agujereada, es decir llena de falsas ventanas y con dos puertas enormes, agujeros estos que la dejaban totalmente expuesta al ruido ambiente -gente, niño -que como todo el mundo sabe no son gente-, libreros -que tampoco son gente son comerciantes y toda clase de cuchicheadores caminadores andadores de domingo
 Llegué con el tiempo justo así que corriendo y a último momento, porque  en medio del hall me abarajó un susurrador, disfrazado de duende, blandiendo un tubo decorado con cintitas y palelitos de colores que interpuso entre mi oreja y su boca para recitarme  me recitó un poema que escuché por la mitad porque el tubo medía como metro y medio y las palabras me llegaban entrecortadas, pero algo con un burro era, espero que no haya sido zoofílico el poema.
Ya en la sala, en los límites de sala, casi en el exilio de la sala, pude ver que en el panel estaban las dos botellitas de agua mineral los dos micrófonos y como no podían faltar, el escritor y el presentador.
Había bastante concurrencia, así que me paré al fondo -porque ya no había sillas libres-, de tal forma que mi oído izquierdo quedó justo en dirección al teatrillo donde, a unos cincuenta metros del SUM (que quiere decir salón de usos múltiples no sé bien por qué porque no tiene lugar más que para la mesita del panel quince sillas y las botellitas de agua mineral). Y esperé...
Resultó que justo cuando el presentador se largó a hablar de las virtudes del escritor y del libro recién nacido, en el teatrillo se largó el cantante con sus músicos. Resistiré cantaba el cantante y yo miraba (porque no escuchaba) lo que el presentador decía. Deduje que serían cosas muy serias porque todos tenían esas caras que se ponen ante las palabras que resuenan serias. Así que mientras los alaridos del cantante que resistía en el escenario me invadían el cerebro, yo intentaba leerle los labios al presentador con la intensión de enterarme del asunto que trataba del libro y con mucho esfuerzo e imaginación, de vez en cuando leía alguna palabra de los labios del joven presentador, palabras como: filosofía, árbol, eterno retorno, Hegel, inundación, Freud, progresismo y otras palabras -que no entendía- pero que me indicaban que,  efectivamente, el libro era,  no solo serio, sino difíciles de comprender.
Al rato, mientras el cantante seguía resistiendo en el escenario, el escritor resistía sentadito frente a la botellita de agua mineral, y yo, resistía paradita en el fondo del SUM observo que se para junto a mí, nada más ni nada menos que el célebre organizador de la presentación (de taje oscuro y corbata) organizador, que además había publicado el libro y que además me conoce desde que éramos chicos y que además se resistía a reconocerme aunque me miraba a los ojos de tanto  en tanto, ocasión que yo aprovechaba para ponerle una de esas sonrisas mías, encantadoras -copiadas con esmero y ensayo de las conductores de la tele- que dicen clarito que algo así como: ¿No me ubicás? si nos vimos la semana pasada y me preguntaste por mamá.
Concluí que el traje de funcionario y el papel de editor son una combinación fatal para la memoria de las personas. O los emboludece, vaya uno a saber.
La presentación terminó. Todos se pararon a tomarse el vinito de rigor y el cantante se dejó de joder justo en ese momento en que habría venido bien un poco de música.
La próxima feria me quedo e casa y me voy a la misa de la tardecita con Cata y Remedios, esa misa que da el cura que es sordo y medio ciego y que también se olvida de qué domingo se trata y se manda el sermón de Navidad para Pascua y  el de san Gerónimo el día de San Cayetano.
Aunque los vecinos le tienen lástima, a mí me parece, me sospecho, estoy casi segura en realidad que el cura que tiene más mañas por viejo que por cura,  más que  sordo y medio ciego, es bastante ladino y mantiene desconcertado al auditorio como estrategia para que sigan yendo. No vaya a ser que se le muden a la iglesia evangélica de la otra cuadra, que por lo que se ve, le está quedando chica al pastor, mientras en la católica entran a sobrar lugares en los bancos y a una no le queda otra que sentarse cerquita y prestar atención para no andar pasando por hereje.

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