Divorciada, madre y para completar: ¡hija, hermana y cuñada!


Desconcertada, con el tiempo del mundo en sus manos... y nadie a quien contarle.




viernes, 8 de julio de 2011

Venganzas no; pequeñas revanchas: Siií

Madre me llamó por teléfono para que fuera a la farmacia a comprarle caramelos para la garganta. La farmacia está a doce cuadras de casa -y a cinco de la casa de ella-; la farmacia tiene servicio de cadetería; yo tengo el auto en el mecánico -si otra ves, ¡y qué!-. Madre me abrió la puerta y me dio la toalla a cambio de los caramelos porque llovía a baldes. ¡Hay cierto que vos no tenés el auto!, me dijo. Lo que pasa es que tu hermana está estudiando ella siempre está estudiando porque los licenciados estudian toda la vida toda la vida y viste que el cadete de la farmacia no viene enseguida cuando uno llama. ¿Estás más gorda no?  Tenés que cuidarte sos joven mirame a mí que parezco tu hermana de bien que estoy. ¿Viste que bajé otro kilo no?
A mí me pareció que no le dolía para nada la garganta y también me pareció que arriba del modular había un paquete sin abrir de caramelos. Gracias, era para tener de reserva, me dijo antes de decirme. ¿Ya te vas?, porque yo como tempranito y ya me estoy sirviendo.  

La venganza es mía dijo el Señor, así que mejor dejársela a él, no vaya a ser que una termine como el Conde de Montecristo: con toda esa plata y sin nadie con quien gastarla.
Pero esa es la venganza. Las pequeñas revanchas son otra cosa que Jeová, en su generosidad y misericordia,  nos dejó a nosotras las mujeres, no sé si por lástima, porque tenía miedo de que le boicoteáramos  los planes de poblar el mundo o peor aún, le arruináramos la llegada del Mesías. Por lo que sea, las revanchas nos pertenecen por derecho divino, porque lo dice la Biblia. Lo dice ahí, ahí nomás, casi al comienzo, después de la creación y la expulsión del paraíso;  justo después del diluvio y los diez mandamientos, cuando Jeová le promete a  Abraham un hijo; justo ahí, después de que Abraham, que ya se había cansado de esperar y ya que estaba, con la excusa del heredero se pone a  "engendrar" con Agar, la sierva de su mujer -a la que, dicho sea de paso le llevaba como teinta años, años bíblicos que son más largos-, me perdí con tanta subordinada.
Estaba en que Abraham la pasaba bomba con Agar hasta engendra a  Ismael, que sin saberlo y gracias a la impaciencia del padre -el biológico-, pasaría a la historia no solo como el primer bastardo sino además como el primer resentido.
Ahí empezó todo. Esto no está escrito en la Biblia, solo insinuado, pero se entiende clarito que la mujer esta, la amorosa, la obediente, la sacrificada de Agar, le restregó el asunto de ser madre del hijo de su marido a Sara durante más de una década -trece años para ser exacta-,y ocurrió entonces que Jeová -que como todo el mundo sabe tiene sus tiempos que no son los tiempos de los hombres mucho menos de las mujeres, cumplió la postergada -por buenas razones-  promesa hecha a Abraham. Acá voy a abrir un paréntesis porque intentando engendrar con  la abnegada de Agar, vaya uno a saber si a Abraham le daba el cuero para ocuparse de Agar, de Sara y del reinado de Israel, cosa que yo pongo en duda, porque no es justo endilgarle a Jeová toda la responsabilidad por la tardanza, porque a Abraham le prometió que engendraría con Sara no que se lo iba a regalar al legítimo heredero. ¿Se entiende?.
Siguiendo con la historia: con la promesa en camino y trece años de tragarse a Agar sin chistar, Sara tuvo la oportunidad de devolver los favores recibidos de su fiel sierva, pero se limitó a esperar y a parir al  heredero legal del pueblo de Israel dejando a Jeová las cobranzas por las ofensas recibidas y a Agar con las ganas de convertirse en madre de naciones y reyes -incluido el Rey de reyes-.
El resto de la historia se deduce fácilmente de los hechos narrados -podría decirse que está en el espíritu de la Biblia-: como recompensa por no haberse vengado de Agar, a Sara se le concedió el goce de aquella revancha que ella llamó Isaac, fue así que desde entonces, con la anuencia del Padre, las revanchas descansan en manos femeninas porque después de tanta devoción,  alimentos mal digeridos y parir después de lo cincuenta, nadie ni siquiera el buen Jeová le podía negar a Sara la satisfacción que le produjo  tener entre su manos la berreante revancha -aunque el disfrute fuera pecado mortal-, no fuera a ser que por tirar demasiado del hilo, se cortara, y Sara, en legítimo ejercicio de la venganza, le sacara marica a Isaac, así que, hombre al fin, con su objetivo cumplido, Jeová miró para otro lado -para el lado donde ni con un milagro arreglaba el lío de la doble cabeza que se erguía sobre "su" pueblo-, y dejó que las mujeres se las arreglaran solas con sus cuestiones domésticas con la revancha como arma.
Así que a no desesperar mujeres si la madre de una se la pasa poniéndote de ejemplo a tu hermana, esa hermana a la que consintió -no como a una-; esa hermana que tiene más de treinta y no tiene idea de lo que es lavarse los calzones -no como una que lavaba los propios y los ajenos, sin contar los pisos y los platos-; esa hermana que fue a coro a guitarra a danza a -mientras una estaba haciendo los mandados limpiando los muebles y levantando la ropa de la soga-; esa hermana que ahora es una malcriada con título de Licenciada -no como una que es una bien criada en ejercicio de criada sin título-; esa hermana que no tuvo nada que ver en el asunto pero que lo personifica,  recordándotelo constantemente; decía que si tu madre te la pone de ejemplo, sutilmente, con frases como "no, tu hermana está descansando porque tu hermana TRA-BA-JA porque tu hermana ES li-cen-ciada", no hay que desesperar. Nunca, aunque le amueble un departamento, le regale las joyas de abuela -todas-. No mujeres, ni siquiera hay que desesperar cuando le ponga la casa a nombre de ella y a vos te diga "cuando me salga la jubilación te hago un regalito para que les comprés algo a esos pobres los chicos", porque está en la Biblia y si está en Biblia es tan cierto como si estuviera en Wikipedia: Jeová se reservó la venganza pero nos dejó las pequeñas revanchas,  así que solo es cuestión de sentarse a esperar, en lo posible con los bizcochos con chicharrón lejos del alcance de la mano.
Por lo tanto mujeres: el plato siempre a medio llenar, las canas tapadas, la tetitas para arriba, la panza para adentro  y a no desesperar, porque hay un Dios, porque la revancha es nuestra, pero sobre todo, porque no vale la pena.

2 comentarios:

  1. Jajajjaja que genial contás las cosas!!! Como me hacés reír!
    La faceta sexy no la conocía...y es muy prometedora también! Abrazo!

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  2. Felicitaciones!!!en cuantas familias debe pasar no? ojala todas las "víctimas" de situaciones como o parecidas a esta tengan la oportunidad de leer esta narración y canalizar sus problemas con una sonrisa!!! jajaja buenísimo! MMM

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