Divorciada, madre y para completar: ¡hija, hermana y cuñada!


Desconcertada, con el tiempo del mundo en sus manos... y nadie a quien contarle.




sábado, 2 de julio de 2011

Casarse después de los cuarenta III


Mi prima preferida se casó y yo la ayudé con los preparativos, con las flores y el vestido y la torta, pero ahora que lo pienso antes debería hablar de su primer matrimonio pero sería largo y trágico y como buena Cuenca que es le escapa a las tragedias todo lo que puede así  que baste decir que duró diez años y que cuando se fue lo único que llevaba entre las manos era las manos de sus dos hijos.
Volviendo al casamiento, en fin ...los sí quiero, el beso -acá tengo que decir que el cura se olvidó pero mi prima se lo recordó yo escuché clarito la Vero se le planto y le dijo "¿Y el beso? Yo vine por lo del beso". Lo que le contestó el cura no lo escuché y ella tampoco porque estaba besando al flamante nuevo marido- entretanto ... los lagrimones, un par de aplausos y después la caminata en la alfombra roja de la Iglesia, el arroz, el ramo y el cura que nos cerró la puerta en culo porque se tenía que ir  corriendo Dio sabrá a dónde. 
Al rato vino la fiesta, ellos  no querían fiesta, porque no, porque eran viejos, porque hacer una fiesta es un lío, porque no querían poner a la gente en compromiso, pero.... los Cuenca empezaron a organizarse, los tíos se ofrecían a encontrar el local, las tías a decorar, las primas a hacer la torta y los primos sugerían que lo mejor era reservar lugar en un restaurante para ir a la salida de la Iglesia, y que nos quedáramos tranquilos que ellos se iban a ocupar de todo. Entonces no les quedó otra que organizar algo, algo sencillito; no a lo Cuenca como el casamiento de mi hermano el menor, que lo organizó todito mi viejo y ni la novia pudo opinar, si hasta estuvo a punto de elegirle el vestido.
Por esa época padre trabajaba como funcionario municipal y como no le alcanzaba con organizar el tránsito de la ciudad, proyectar la centralización del trámite para obtener el carné de conducir, diseñar el nuevo sentido de circulación de las calles y decirle a mamá qué tenía que cocinar (y cómo) todos los  días, se puso a la cabeza y a la retaguardia del casamiento de mi hermano. Padre planeaba, se hablaba, se preguntaba, se contestaba, hacía participar a la novia sólo para decirle que "a-sí no!" y  estaba convencido de que iba a hacer el mejor casamiento del que Santo Tomé tuviera memoria. Entretanto mi cuñada le ponía las quejas  a mi hermano, la madre de mi cuñada cosía siete metros cola hecha con hileras de vuelitos de quince centímetros de ancho, unos superpuestos sobre otro, una divinura. Definitivamente, esa cola fue lo mejor del casamiento, que comenzó con la entrada de la novia escoltada por dos hileras de colectiveros derechitos con sus unifromes impecables porque mi hermano el menor es colectivero. Mi hermano quería ser militar pero padre se opuso; mi hermano se fue igual al Colegio Militar pero al año lo echaron por llevarse materias, de eso me acuerdo bien porque él estaba desolado. Yo lo había visto estudiar por primera vez en la vida preparándose para el examen de ingreso y para dar una manito hice una promesa, a cambio del aprobado: me fui a Guadalupe ida y vuelta en no me acuerdo qué tiempo record... a lo Cuenca, así que me distendí no sé que en la pantorrilla y me pasé seis meses  calzada únicamente con zapatillas lo que para mí que tenía veinte años y me creía, no sólo una mujer, sino además una mujer elegante era una tragedia. En fin... yo hice seis meses de quinesioterapia y  El Nene entró al Colegio Militar.  La Virgen mi cumplió no se puede negar la que hizo al el pedido fui yo.
Volviendo al casamiento de mi hermano el menor; hasta ahí, hasta la entrada de la novia todo bien, porque después, mi hija que tenía tres años  empezó a correr por la Iglesia cantando a los gritos el payaso plin plin y fue ahí que comenzó el casamiento a lo Cuenca, que después de pasar por la comisaría porque un grupo de parientes chocó en la esquina de Libertad y Sarmiento contra otro grupo de parientes pero de otro casamiento, y juro que yo no era la que manejaba, terminó conmigo llorando mientras miraba televisión en casa porque ese día, la niña de la gran imaginación, estaba parada de milagro porque, nunca, nunca jamás, hasta el día anterior había estornudado siquiera, pero ese día, el día del civil, empezó a estar rara y resultó que se enfermó, con tres años se enfermó por primera vez y hacía picos de fiebre de cuarenta grados y tosía y escupía y echaba mocos.    Antes de ir a la Iglesia le dimos con madre el descongestivo el antibiótico el antifebril y el jarabe para la tos, lo cual hizo que se aguantara la ceremonia, claro que algunos todavía piensan que la intoxiqué cuando se acuerdan del asunto de del payaso plin plin, ¡calumnias!; lo cierto es que no se aguantó la fiesta, así que en mitad de la cena me tuve que volver a casa. A propósito nadie tuvo la decencia de guardarme un pedacito de torta.

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