Divorciada, madre y para completar: ¡hija, hermana y cuñada!


Desconcertada, con el tiempo del mundo en sus manos... y nadie a quien contarle.




domingo, 26 de diciembre de 2010

25.

Misa de siete: estábamos el cura, Remedios, mi vecina la viuda y yo. El cura se enojó porque no había nadie y se mandó un sermón de media hora sobre irse al infierno por dedicarse a comer y chupar en Navidad en lugar de ir a la misa de siete y dijo que haría otra a las diez a ver si aparecía alguien. La abuela Remedios asintió todo el tiempo y se apuntó para la misa de las diez. Mi vecina la viuda lloró todo el tiempo porque las fiestas las dedica a llorar al finado.

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