Junto con el agrandamiento del acopladito (culo, para los íntimos) se me venían agrandando unos tumorcitos bastante asqueros en la espoalda. Finalmente tomé coraje y partí al dermatólogo que, adespués de revisarme la espalda y decretar que había que sacar los tumorcitos, a los que bautizó no sé qué -porque no entendí- pendulares, me revisa un lunarcito rarito en la sien y lo primero que me dice es: ni una arruga tenés desgraciada (es que el dermatólogo está un poco loco y no solo te toma el pelo y te insulta mientras te atiende sino que además te cuenta anécdotas inverosímiles sobre él, sus pacientes y colegas, cosa que uno agradece la verdad porque hace más fácil sacarse la ropa y dejar a la vista las ondulaciones que el médico tiene el tacto de no andar mirando), y justo cuando yo empezaba a esbozar mi amplísima sonrisa va y agrega: por la gordura es, la gordura te estira todo.
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