Divorciada, madre y para completar: ¡hija, hermana y cuñada!


Desconcertada, con el tiempo del mundo en sus manos... y nadie a quien contarle.




martes, 5 de octubre de 2010

La perra de la vecina

Salió corriendo peleándose con la hija, no no la vecina, no; la perra de la vecina, no no estoy siendo ácida, la vecina es una perra pero esa es otra historia, hablo de la perra de la vecina que también como la vecina y como yo tiene una hija y estaba pensando mientras rasqueteo la pintura descascarada de la ventana que como la mía, la hija de la perra de la vecina, es decir la perra más chica, que no se confunda con la hija de la vecina que también es otra perra como la madre, que no se confundan las chicas, digo, porque hablo de la perra de la vecina que también tiene una hija que lógicamente es perra; uff, decía que la perra de la vecina salió corriendo tirando tarascones tras la hija, también perra -aclaro por las dudas-, y la perra de mi vecina me dijo (sí ahora me refiero a mi vecina que es una perra): es que la más joven sale más rápido que la más vieja entonces la más vieja se enoja y la sigue y la mordisquea. Para que respete la autoridad materna, agregó con una sonrisa perruna en el hocico, perdón la boca.
...
Sigo rasqueteando sólo que ahora en lugar de pensar que debería poder ganar lo suficiente para pagar un rasqueteador-pintador de ventana, pienso, que al parecer entre las perras existe también ese asunto que no pudo resolver Freud, ése, el que existe entre madres e hijas, que se extiende aparentemente entre los 14 y los 40 años, hablo de los años de la hija, claro si el cuerpo de la madre aguanta, y que pasa por varias etapas a saber: guerra incipiente, guerra declarada y guerra fría -esta es la fase en que la hija finge que la madre le resulta indiferente, es decir que para la madre la cosa ya viene mejorando-; después viene, vuelvo a aclarar, si es que el cuerpo de la madre se la aguanta, la etapa del encuentro, claro que puede ocurrir que ocurra un estancamiento, un atrofiarse, un empantanarse, un detenerse, un quedarse de la hija en la etapa de la guerra declarada o la fría: bien... en ese caso cuando la hija llega a lo 40 la madre debe declararse inocente de culpa y cargo porque a partir de ahí el asunto es problema de la hija no de la madre, problema de estreñimiento emocional con algo de síndrome de Electra y cien gramos de idiotez.

Y seguí pensando y pensando, mientras rasqueteaba, que si ni Freud lo pudo resolver y afecta también a las perras por algo ha de ser, que hay aceptar lo que Dios manda, como dice mi hermano el cura y seguí rasqueteando... ¿Me faltará mucho para descansar en la guerra fría?

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